La Vida Más Allá de la Sepultura 

po, como al nuevo cuerpo físico. Durante las innumerables exis-

tencias reencarnatorias, va cosechando experiencias a través del 

dolor, el sufrimiento y vicisitudes humanas y luego de pasada, 

se torna el preciso instrumento que el alma en los planos sutiles 

del astral, pone en relación directa con todas las energías origi-

narias del propio medio.

A medida que el periespíritu se vuelve más sensible, debido 

al sufrimiento —que le favorece por las continuas expurgacio-

nes de la escoria agregada a las vidas materiales— también su 

alma consigue mayor expansión en al vida espiritual y un mejor 

favorecimiento para un intercambio de realizaciones. Sólo des-

pués, en el plano de los desencarnados, es cuando aprendemos y 

comprendemos la ilusoria realidad de la existencia carnal, com-

parándola con la vida de sensaciones maravillosas y positivas, 

que podemos gozar después de la muerte física, gracias a la 

cooperación del periespíritu sobreviviente.

Comprendo perfectamente, que no podáis evaluar como 

reencarnados, los fenómenos que suceden a nuestros espíritus 

liberados en el plano astral, pero, es preciso, que os ajustéis 

mentalmente a las manifestaciones exactas, que la vida ofre-

ce en cada uno de sus planos vibratorios, recordándoos, de las 

leyes correspondientes que disciplinan las relaciones de los es-

píritus conforme al medio en que ellos actúan. Si pensáis en la 

vida que se manifiesta en el seno del agua, como si estuviera 

regida por las mismas leyes del aire libre, o consideráis la vida 

del mundo astral de igual forma es lógico, que en cualquiera de 

los casos, os encontréis siempre en confusión.

Pregunta: Conocemos a muchos espiritualistas de renom-

bre que niegan la existencia de un mundo “exterior”, propio de 

los espíritus desencarnados, asegurando que éstos viven en un 

mundo “virtual”, dentro de sí mismos, como producto abstracto 

de sus íntimas creaciones. Dicen más, que el cielo y el infierno 

están exclusivamente identificados en la entidad de cada ser y 

que no constituye una felicidad que pueda tener relación con 

los fenómenos de un ambiente externo. ¿No podéis aclarar algo 

a ese respecto?

Atanagildo: Indudablemente, nosotros mismos creamos 

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