La Vida Más Allá de la Sepultura 

porque en ambos casos está constituido de la misma sustancia 

del medio en que actúa.

Pregunta: ¿Nos podríais ofrecer algún ejemplo más concre-

to, para poder conceptuar este asunto tan complejo?

Atanagildo: Razonad así: Si un hombre fuese hecho de 

humo, no tendría necesidad de sentarse en una silla de madera; 

mientras tanto, bajo la ley común de la reacción entre sustan-

cias iguales, se sentaría con más facilidad en otra silla que fuera 

construida de humo. Por esa causa, si el suelo, las cosas, los 

seres y todo lo que constituye nuestro mundo, son hechos de la 

misma sustancia, su vida de relación, también transcurre, lógi-

camente, como la vida de la Tierra. Es conveniente que sepáis, 

que la vida astral es mucho más intensa y dinámica que la vida 

en la Tierra, porque nosotros actuamos en la materia quintae-

senciada, que además de ser más rica en reproducción vibrato-

ria emotiva, nos ofrece un elevado padrón de belleza, dotado de 

pintoresca y encantadora luminosidad interior.

Es preciso que imaginéis al espíritu desencarnado como si 

se moviera en un ambiente material sutil, del mismo modo, que 

veis al hombre carnal moviéndose dentro del pesado ambiente 

del mundo terreno. El hombre, por ser portador de un cuerpo 

material, toca, palpa, o manosea perfectamente su vestido, su 

zapato o su alimento, que son hechos de sustancias materiales. 

Del mismo modo, pero bajo otra modalidad vibratoria, el espí-

ritu desencarnado, con su cuerpo hecho de sustancia magnética, 

puede sentarse en una silla etérica, vestir ropa etérica o ingerir 

frutas etéricas.

Pregunta: Nos cuesta creer en esas diferencias de percep-

ciones después de la muerte del cuerpo carnal, porque el mundo 

físico nos parece más consistente y positivo, lo que probamos 

por ruidos, fenómenos de la naturaleza y tantas cosas, que en 

su agitación, forman la realidad, percibida por los sentidos hu-

manos.

Atanagildo: Nosotros, luego de desencarnar, actuamos por 

el periespíritu, que es nuestro verdadero organismo que pree-

xiste al nacimiento y sobrevive después a la muerte del cuerpo 

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