Ramatís

también les agudiza su versión exterior. Lo contrario sucede con 

los espíritus más evolucionados, que al despedir su envoltorio 

carnal, alcanzan en un vuelo rápido, las esferas luminosas en 

procura de luz, para los cuales significa, el alimento apropiado 

a su naturaleza angélica. No os debe extrañar, por lo tanto, la 

existencia de esos templos, que son verdaderos “oasis” de luces 

y bendiciones en las regiones del astral, renovados por los pen-

samientos superiores. En nuestra metrópoli del Gran Corazón, 

el templo es un envoltorio emotivo del corazón del pueblo, que 

permanece en incesante actividad, para alcanzar el Supremo 

Bien Espiritual. La estructura alabastrina de ese templo, que se 

eleva como la más bella configuración de la ciudad, es la Fuente 

Imperecedera que capta y absorbe los rayos de luz, ofrecida por 

las regiones celestiales. 

Pregunta: ¿Existe alguna semejanza entre ese templo y los 

santuarios edificados en la Tierra?

Atanagildo: Aunque vuelva a repetir lo que algunas veces 

mencioné, aquí es donde realmente se planean las formas, los 

edificios y demás actividades del mundo terreno, en perfecta 

concordancia con los espíritus superiores que operan en el lími-

te del plano mental y de la sustancia astral. Vuestra pregunta, si 

hay semejanza entre las nuestras y las edificaciones del mundo 

terreno debiera formularse así: “¿Hay semejanza entre nuestros 

edificios y templos, y las edificaciones originales de la metrópoli 

en donde vivís?”

Pregunta: ¿El templo de vuestra metrópoli fue construido 

en una zona de fluidos superiores, con relación al medio astral?

Atanagildo: El magnífico santuario fue edificado exacta-

mente, en el centro del gigantesco y hermoso jardín, que ya des-

cribí anteriormente y que forma el corazón florido de nuestra 

metrópoli. Aunque pueda describirse con relación a los tem-

plos terrenos, eso no implica, que se trate de una construcción 

absolutamente idéntica a las formas y condiciones materiales. 

Aunque la quisierais comparar a la más bella catedral de la 

Tierra aún así, no conseguiríais formar una pálida idea de su 

magnífica belleza y sublimidad.

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