La Vida Más Allá de la Sepultura
eleva en sabiduría cósmica y bondad angélica, se vuelve más
jovial, espontáneo y libre de formulismos, y a quienes el maestro
comparó con la manifiesta alegría de los niños.
Pregunta: ¿Esas colonias y metrópolis que describía, subs-
tituyen la vieja idea que teníamos del cielo, la que nos era incul-
cada por las religiones ortodoxas?
Atanagildo: Hasta el momento presente, las religiones dog-
máticas terrenas, no dejan de ser improductivas fábricas de
“criaturas mentales”, que parten de la superficie terrestre com-
pletamente aterrorizadas por la idea de un infierno dantesco o
que suspiran por un cielo, en donde presumen que han de vivir
en eterna pereza mental. El reino divino y el cielo que tanto
deseamos, lo encontraremos dentro de nuestros propios espíri-
tus, aunque las religiones formalísticas insistan en perturbar los
raciocinios humanos, inculcándoles falsos conceptos de Dios y
de la vida espiritual en el Más Allá.
Después que entregamos el cuerpo carnal al prosaico guar-
darropa del cementerio, nos espantamos, al comprobar las in-
cesantes actividades creadoras que existen en todos los lugares
del Cosmos, bajo la égida directa de los más avanzados pro-
puestos jerárquicos de Dios, con el fin de esparcir el bien y la
felicidad para el espíritu humano.
Nos angustia demasiado, la vanidad y lo ridículo del hom-
bre al osar, sacerdotalmente, establecer dogmas e imponer de-
cisiones infalibles, pretendiendo asfixiar la realidad cósmica, en
las reducidas prisiones de los raciocinios dogmáticos. No po-
déis avalar los enormes perjuicios que esos dogmas sectaristas,
causan en la mente de los religiosos infantilizados, después de
la desencarnación, con respecto a la realidad del espíritu, su-
miéndolos en una total desorientación. Reflejan la más terrible
decepción, cuando se enfrentan con los escenarios de trabajo y
responsabilidad común de los espíritus, en lugar del paraíso con
música suave de violines y procesiones kilométricas. Muchos
se desorientan, pensando, que se encuentran en el umbral del
terrible infierno, que se les había narrado en la Tierra, con voz
sentenciosa y de amplia convicción, por los sacerdotes asimila-
dos a leyendas del viejo paganismo. La imprudente concepción
75