La Vida Más Allá de la Sepultura 

el plano astral o en la Tierra, no manifiestan el estado espiritual 

estrictamente exigido, para su integración en la misma, el que se 

revela en su tendencia a liberarse de formulismos, convenciones, 

preconceptos o sectas del mundo, como manifesté anteriormente.

Esa es la razón, por la cual, las almas terrenas demasia-

do conservadoras o sentimentales, apasionadas por los melo-

dramas de las convenciones humanas, que se afligen por una 

mancha en su árbol genealógico, viciados fanáticamente por los 

objetos y cosas materiales, apegados fuertemente a las tradi-

ciones, a las etiquetas o preconceptos ridículos del mundo ma-

terial aún, no pueden mantenerse en equilibrio y armonía en 

una agrupación de cualidades liberadoras, como la metrópoli 

del Gran Corazón. En nuestra morada astral no consiguen per-

manecer aquellos, que visten “traje de rigor” hasta para recoger 

huevos de gallina... Tales espíritus, no tardarían en quebrar el 

ritmo, la espontaneidad, la simplicidad y el encanto espiritual 

que domina plácidamente a sus moradores, en base a su escla-

vitud del pasado en el recuerdo de las tradiciones y el brillo efí-

mero de la vida terrena. El estado de quebranto de esas almas, 

que se preocupan exageradamente por sus propios enredos del 

pasado, terminarían mezclando a nuestro ambiente, los viejos 

sufrimientos e insatisfacciones de la vida terrena, pues, el espíri-

tu refleja en el medio astral en que vive, la naturaleza exacta de 

sus pensamientos, tristes u optimistas.

Aquí, en la metrópoli del Gran Corazón, el “tono espiritual” 

es enemigo de aquellos que rinden demasiado culto a las futili-

dades terrenas, que pasan por el mundo, devorando compendios 

de etiqueta, sometidos a exhaustivos rituales y reglas estrictas, 

hasta para limpiarse los dientes. Es contraproducente, también, 

para aquéllos que en vez de dedicarse a la lectura espiritual y 

a la investigación de lo que somos, de dónde venimos y hacia 

dónde vamos, prefieren entregarse por completo a la indigestión 

cerebral de la lectura voluminosa, romances y aventuras que 

distraen y “matan el tiempo”, pero que no solucionan los pro-

blemas fundamentales del espíritu.

Mientras tanto, las criaturas idealistas y trabajadoras, que 

se interesan por su propia felicidad, en la adquisición de los 

bienes definitivos del espíritu superior, discrepan con las cria-

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