La Vida Más Allá de la Sepultura 

pueda darse cuenta de los fenómenos, pues, según explica vues-

tra propia ciencia, aunque todos tengan oídos y ojos carnales, 

no todos ven y oyen con la misma intensidad, porque la recep-

tividad varía de acuerdo al estado de salud y perfección de esos 

sentidos. Mientras tanto, el sonido, la luz y el color continúan en 

la misma modulación natural, en sus fajas vibratorias origina-

les, aunque se alteren los sentidos que los reciben para uso del 

conocimiento humano.

He ahí pues, la gran diferencia de esos fenómenos en el 

plano astral, en donde los desencarnados captan directamente 

en su campo original vibratorio, a través de la delicadísima sen-

sibilidad del periespíritu, haciéndolo sumergir directamente en 

el océano de las vibraciones puras de fenómenos de luz, color, 

perfume y sonido.

Pregunta: ¿Qué cualidades le son exigidas a los espíritus 

para que puedan habitar las colonias o metrópolis, semejantes 

al Gran Corazón?

Atanagildo: El tipo espiritual electo para integrar las agru-

paciones semejantes a la metrópoli del Gran Corazón, debe en 

primer lugar, tener desarrollado regularmente en sí, las carac-

terísticas “universalistas”, en todos los sentidos y relaciones de 

la vida humana. Es preciso, por lo tanto, que haya anulado el 

sentimiento ultra-sectario en materia de doctrinas religiosas, 

fijadas por fronteras dogmáticas y aislacionistas; debe sentir 

en su intimidad espiritual, la esencia que palpita en el seno de 

todas las cosas, que hermana en ideal todos los seres, en lugar 

de poseer os accesorios engañadores del mundo provisorio de 

la carne. La verdadera base de la ventura de los moradores de 

nuestra metrópoli, reside en el entendimiento y en la serenidad 

espiritual, que sólo se obtiene, manteniéndose distante de las 

castas sociales, de los favoritismos religiosos o preferencias na-

cionalistas, que perturban la alegría colectiva.

Sin duda, nuestra metrópoli no alberga criaturas, que creen 

tener posesión exclusiva de la verdad, y piensan que sus her-

manos se encuentran completamente equivocados en sus pos-

tulados doctrinarios. Lo que importa aquí, es la realidad del 

sentimiento puro y afectuoso, unido a la felicidad y sincera ale-

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