La Vida Más Allá de la Sepultura 

los historiales de la reencarnación, exposiciones de flores, casa 

de música que, en los períodos de conmemoraciones especiales, 

ejecutan desde los temas folklóricos de los predominantes es-

pirituales de la metrópoli hasta las majestuosas sinfonías que 

fluyen de lo alto, en las de la inspiración angélica.

Pregunta: Habéis dicho que cinco de esos lagos están ro-

deados de pabellones multicolores. ¿Por qué causa? ¿No sucede 

lo mismo con los otros dos lagos artificiales?

 Atanagildo: En el centro exacto de ese gran paseo, que 

podría  parecerse a una gigantesca plaza pública terrena y que 

constituye el corazón de nuestra metrópoli, se encuentra edifi-

cado el magnífico templo destinado a las oraciones colectivas, 

cuya entrada principal mira hacia Oriente. Los dos lagos a que 

os referisteis quedan  en dirección noroeste y sudeste con res-

pecto a la puerta principal del templo; no están rodeados de 

pabellones como los otros, pero cada uno posee en el centro un 

espacioso tablado hecho de un material blanquecino, decorado 

en una tonalidad esfumada entre el rosa y el lila, que tiene la 

propiedad de absorber la luz. En esos majestuosos escenarios 

es donde se ejecutan los más fascinantes bailes sidéreos, donde 

la gracia y la emotividad espiritual alcanzan niveles tan altos, 

que todo el ambiente se sensibiliza y adquiere un contacto más 

directo con las esferas superiores. Se denomina “Fiesta del Cielo” 

y es tradicionalmente conocida en la metrópoli, pues durante 

ella se dan espectáculos de belleza inenarrable. En verdad, son 

las legiones angélicas de los planos superiores que se encargan 

de transformar el ambiente en profunda alegría, a la vez que en 

la superficie de las aguas se celebra la más indescriptible orgía 

de colores, perfumes, luces y melodías.

Pregunta: Nos agradan muchísimo los cuadros que inten-

táis describirnos para la mejor comprensión de nuestra men-

te, aún encadenada a la materia terrena, pero nos parece que 

muchos han de considerar vuestras descripciones sólo como un 

loable esfuerzo literario.

Atanagildo: No desconozco cuan fundadas son vuestras 

desconfianzas, porque sé muy bien que esos relatos os pueden 

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