La Vida Más Allá de la Sepultura 

mente a la espera del jardinero, para modificar las configuracio-

nes comunes continuamente. Los canteros de flores que decoran 

los caminos de entrada a esos edificios, por más bellos, raros 

e impresionantes que se presenten a la visión, son inmediata-

mente substituidos por otros tipos nuevos y desconocidos, ni 

bien los mentores y técnicos de la metrópoli verifican que los 

estudiantes ya se están volviendo indiferentes a su color, forma 

y belleza.

Eso sucede porque las cosas que existen en nuestra me-

trópoli, en cualquier sentido y bajo cualquier aspecto, sirven 

como “propulsores’ que activan la dinámica de pensar en los 

moradores; excitan, despiertan reflexiones nuevas y parecen re-

juvenecerlos siempre, porque en sus mutaciones continuas no 

sólo evitan la saturación espiritual, sino que apresuran el senti-

do creador del alma. No hay duda que el panorama de nuestra 

esfera nos recuerda a un modesto rincón del Paraíso bíblico, 

pero no se incentiva aquí la contemplación exclusiva, que aún 

es el sueño de muchas almas egoístas, ociosas y convencidas 

de que Dios creó el mundo y después se quedó embelesado al 

contemplarlo...

Pregunta: En cuanto al aspecto general de la metrópoli del 

Gran Corazón, ¿podemos suponerla semejante a la topografía 

de una ciudad terrena?

Atanagildo: Todo lo que se edifica en nuestra ciudad tiene 

un sentido estético mucho más perfeccionado que lo cultivado 

en la Tierra, aunque se trate de realizaciones transitorias. La 

metrópoli del Gran Corazón alberga cerca de tres millones de 

espíritus desencarnados, y todas las edificaciones destinadas a 

sus principales actividades se sitúan en los extremos de la co-

munidad, formando grupos encantadores. Si os fuese posible 

tener una visión panorámica del conjunto metropolitano, verifi-

caríais cierta semejanza con algunas ciudades terrenas, puesto 

que se extiende sobre una inmensurable meseta astralina, per-

fectamente dividida por siete gigantescas avenidas que parten 

del centro principal y penetran en los suburbios, cuyas edifica-

ciones, observadas a la distancia, nos recuerdan las encantado-

ras miniaturas de paisajes que sólo se entrevén en los poéticos 

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