Ramatís
do que a las necesidades espirituales de sus moradores.
Debido a eso, los padrones del mundo material están casi
siempre en desacuerdo con la realidad espiritual del hombre;
algunas veces se adelantan siglos en proporción a la evolución
de ese momento o se mantienen graníticos, eternos, por así de-
cir, como en la mayoría de las ciudades europeas. No hay duda
que es dificilísimo acomodar con exactitud el grado interior del
hombre con su prolongación exacta exterior, porque las comu-
nidades terrenas son compuestas de almas que están situadas
en todos los extremos de la escala espiritual.
Mientras tanto, en una colectividad como la de la metrópoli
del Gran Corazón existe esa armonía selectiva en las almas que
tienden regularmente hacia un gusto y una evolución espiritual
bastante semejantes, lo que posibilita el medio para efectuar
reformas en el conjunto y que a su vez satisfaga a todos. Es
verdad que en la Tierra ya se esboza una nueva índole creadora,
en donde las edificaciones se presentan más livianas y menos
graníticas; por lo tanto, más fáciles de ser substituidas de con-
formidad con el incesante progreso estético y espiritual de las
criaturas. En cuanto a esa transitoriedad en nuestra metrópoli
astral, cabe manifestar que es como una admirable plasticidad
del medio, que se modifica en perfecta correspondencia con las
alteraciones que también se producen en la intimidad de sus
propios moradores.
Pregunta: Os agradeceríamos que nos dieseis algún ejem-
plo para que se nos aclare mejor el aspecto de esa substitución
de las cosas o edificaciones del mundo astral y nos dijeseis por
qué se vuelven impotentes para crear nuevos estímulos al espí-
ritu. ¿Podríais hacerlo?
Atanagildo: Os daré un ejemplo que tal vez os sirva de pa-
radigma y del que, a la vez, podáis extraer conclusiones más
amplias con respecto a cuanto os he dicho. Los bellos jardines
que rodean a los edificios destinados a la preparación científica
y artística de los candidatos a las futuras reencarnaciones en la
Tierra son uno de los lugares en que más se siente “en el aire”
esa impresión de transitoriedad a que me he referido; es como
si aquellas flores y ornamentaciones permaneciesen constante-
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