La Vida Más Allá de la Sepultura 

bíais expiado en la Tierra la deuda que teníais con él? Creemos 

que en tal disposición, vuestro sufrimiento moral debería haber 

cesado exactamente en la hora de vuestra desencarnación; ¿no 

es así?

Atanagildo: Os repito una vez más: la ecuanimidad de la 

Ley Kármica es la que marca el pago de la “última moneda”, de 

la que tanto habló Jesús. Esa última moneda, en mi caso, aún 

figuraba como débito en las últimas vibraciones antagónicas y 

opresivas que sufrí al desencarnar. Sólo así la Ley se dio por 

satisfecha con el reajuste, porque esa Ley y yo mismo la había 

invocado en contra de mí. Mi pasivo, con respecto a las relacio-

nes con Anastasio, sumaba la determinada cantidad de humil-

laciones o perfidias y también cierto tiempo de vulnerabilidad 

magnética receptiva a sus pensamientos y actos contra mi espí-

ritu. Cuando yo desencarné, recibí, debido al servicio fraterno y 

humilde prestado a él y a otros, cierta ayuda que me auxilió en 

la condición de desencarnado; pero aún existía un pequeño sal-

do a favor de Anastasio, que de esa manera me colocaba bajo su 

dependencia, en materia de venganza. Y como ya manifesté, su 

reacción fue contundente, pero no sufrí mayores consecuencias 

por su vibración tóxica, porque en el fondo de su alma empe-

zaba a sentir remordimientos por su actitud tan insana para 

conmigo. Así, os será más fácil comprender que nosotros mis-

mos aumentamos o disminuimos nuestras desdichas, porque si 

yo hubiese rechazado a Anastasio bajo reacciones antifraternas, 

aun en este momento en que os dicto esta comunicación estaría 

sufriendo las consecuencias de su rencor hacia mí. Por eso, días 

después cesó su obstinación, y más adelante llegué a recibir sus 

pensamientos de arrepentimiento y deseos de perdón.

La Ley Kármica exige que paguéis “moneda por moneda” 

el total de todas las perturbaciones que ocasionéis a los otros 

Con vuestra naturaleza animal inferior; pero la Bondad Divi-

na permite que disminuyamos la cantidad o la intensidad del 

mal practicado, desde el momento que trabajéis en favor de los 

miserables o que os sacrifiquéis heroicamente para la mejoría 

del mismo mundo a cuya perturbación habéis contribuido. Te-

néis la oportunidad de pagar continuamente la deuda kármica 

y también poseéis un hermoso crédito que puede provenir de 

53