Ramatís
pasado—, sólo podía liberarme de su presencia en la forma de
absoluta renuncia, debiendo entregarme atado de pies y manos
a su villanía e increíbles ingratitudes. Para eso tenía que sujetar-
me a las más acerbas humillaciones e infamias, sufriendo en mí
mismo lo que por mis propios medios provoqué a otros seres,
en vidas pasadas. Y de conformidad con la ley tradicional de
que “el que con hierro hiere, con hierro será herido”, Anastasio
significaba el instrumento rectificador de mis viejos errores, so-
metiéndome a terribles “tests” de tolerancia, paciencia, perdón
y humillación. La Ley no se sirvió de él para castigarme, lo que
sería incompatible con la bondad de Dios; pero lo transformó
en el recurso terapéutico para mi alma, efectuándose la cura a
través del proceso “similia similibus curantur”.
He ahí por qué siempre se me presentó como un indivi-
duo exigente que desoía mis ruegos y subestimaba mis auxilios.
Se me presentaba en forma provocativa, como alguien a quien
yo explotara, diferenciándose ostensiblemente del que pide por
necesidad; exigía con arrogancia, dándome a entender que no
pedía favores, que sólo quería devolución. Era incapaz de reac-
cionar delante de las criaturas de su propio nivel moral, pero a
mí se me transformaba en un verdadero inquisidor, cuya fuerza
debería prevenirle de la terrible acusación subjetiva que su es-
píritu me formulaba, como si fuera un reproche por el progreso
que yo había alcanzado y por haberlo abandonado en medio de
la delincuencia del mundo, después de su adhesión incondicio-
nal hacia mí, en el pasado.
Felizmente, presentí la fuerza y la justicia de la Ley, que
me obligaba al debido reajuste: reconocí en Anastasio al alma
creadora de ese pasado y me volví entonces más dócil, tolerante
y hasta jubiloso delante de sus ingratitudes, en la convicción de
que con esa “autopunición” cancelaba en público el saldo que
adeudaba por las equivocaciones espirituales cometidas en el
pasado.
Pregunta: Pero, según las leyes divinas, ¿el sufrimiento y la
humillación que sufristeis no eran suficientes para evitarse los
impactos de las vibraciones perjudiciales provenientes de Anas-
tasio, después de vuestra desencarnación? ¿Por ventura no ha-
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