Ramatís

verdaderos diálogos mentales con mis mentores y demás ami-

gos desencarnados.

Pregunta: De acuerdo con la Ley Kármica, ¿tuvisteis que 

pagar los males que le habíais ocasionado a Anastasio en otras 

encarnaciones o fuisteis víctima de sufrimientos injustos por 

parte de él?

Atanagildo: La Ley del Karma no es la ley del “ojo por 

ojo y diente por diente”, como generalmente entendéis, por la 

cual un hecho delictuoso tendría que generar otro hecho idén-

tico en pago del ocasionado. Aparentemente, parece que hubo 

exageración por parte de Anastasio, en contraposición con mi 

tolerancia, por tratarse de un alma demasiado malévola y ven-

gativa. La solución del problema moral de cada alma es para 

consigo mismo y no con la Ley, pues ésta no crea acontecimien-

tos iguales a los anteriores, para que a través de ellos se cumpla 

la punición. No sería justo que el delito de un hombre, en cierta 

existencia, obligase a la Ley a crear acontecimientos criminales 

en lo futuro, para que el culpable se ajuste por medio de un 

hecho similar, en la próxima encarnación.

El Cristo debe ser el barómetro, a fin de saber con más 

exactitud cuál es la “presión” de nuestro espíritu a través de 

todos nuestros actos, a semejanza de la aguja de la brújula, que 

nos guíe al norte de la bienaventuranza eterna. Existe sólo un 

camino para la liberación de las cadenas kármicas en los mun-

dos físicos: la renuncia y el sacrificio absoluto para nuestros 

verdugos y detractores. Y si “tu adversario te obligase a caminar 

una milla, anda una más con él, y si te quitara la capa, dale tam-

bién la túnica”, es el concepto que mejor nos indica la solución 

de esos problemas adversos del pasado.

En la abundante siembra de perfidias e ingratitudes recibi-

das de Anastasio, yo recogía los frutos de la simiente plantada 

anteriormente, en momentos de imprudencia espiritual. No ha-

bía exigencia absoluta por parte de la Ley, para que pagase a 

Anastasio moneda por moneda; pero tenía que soportarlo junto 

a mí en la última encarnación y sufrir las reacciones naturales 

de su espíritu perverso, porque en el pasado lo atraje hacia mi 

órbita de destino espiritual. Cuando mi alma aún se aferraba 

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