La Vida Más Allá de la Sepultura
Atanagildo: De modo alguno debéis pensar en la igualdad
de sensaciones y acontecimientos para todos aquellos que de-
sencarnan; no hay, probablemente, una desencarnación exacta-
mente igual a otra. La situación en la hora de la “muerte”, para
cada criatura, depende fundamentalmente de su edad sideral
y de los hábitos psíquicos que haya adquirido a través de los
milenios vividos en contacto con la materia; influye en cada uno
su naturaleza moral y aun el tipo de energía que predominan en
estado de reserva en su periespíritu, las cuales varían de confor-
midad con los climas o regiones de la Tierra o de otros planetas
en donde el espíritu haya reencarnado. Mientras tanto, existen
ciertos hechos y acontecimientos que son comunes a casi todos
los casos de desencarnación y que hacen parte del proceso de
desligamiento del cuerpo, como ser la recordación inmediata y
regresiva de toda la existencia que se acaba, la agudización de
los sentidos en los primeros momentos de la agonía, la suposi-
ción de tratarse de un sueño o pesadilla, y también el choque
interior, que se verifica con el rompimiento del cordón que une
a la vida carnal. Fuera de tales fenómenos y el tiempo de su du-
ración, la desencarnación varía de espíritu a espíritu, difiriendo
también los demás acontecimientos que suceden al despertar en
el Más Allá de la sepultura.
Pregunta: ¿Cuál es el origen de las luces de colores que se
deshacían junto a vuestro periespíritu?
Atanagildo: Durante mi última reencarnación pude man-
tenerme en un cierto nivel espiritual equilibrado, conforme ya
os dije, gracias al desenvolvimiento de la voluntad, que había
empleado satisfactoriamente bajo la inspiración al servicio de
Jesús. Aunque no fuese portador de credenciales santificantes,
siempre fui compasivo, pacífico y tolerante; me esforcé por vivir
alejado de las sensaciones pervertidas, de las conversaciones li-
cenciosas o de las anécdotas indecentes, que son comunes a la
mayoría de los humanos. Los ejercicios esotéricos, las prácticas
elevadas y las reflexiones superiores, a que me sometía frecuen-
temente, me sublimaban la carga de magnetismo super exci-
tante en el metabolismo del sexo. Indagué deliberadamente en
la lectura filosófica de alta estirpe espiritual, y buscaba vivir de
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