Ramatís

a los planes diabólicos, los hogares terrenos de cierto recurso 

económico, instalando su elegante “barcito” que ofrece la infeliz 

oportunidad, tan ansiosamente esperada por los desencarnados 

viciados. Bajo la “inocencia” del refresco de moda, mezclado con 

corrosivas bebidas de etiqueta brillante, la familia pasa toda la 

noche jugando a las cartas bajo una sofocante nube de humo, 

conformando los cuadros enfermos y viciados que se transfor-

man en atrayentes invitaciones y prometedoras esperanzas para 

los del otro lado de la vida terrena, que viven buscando los 

ambientes degradados con fines corrompidos.

Pregunta: Conforme nos relatáis, se confirma en cierto 

modo acuello Que tanto se decía sobre los demonios, que se 

apoderaban de las almas infelices y pecadoras, llevándoselas a 

las profundidades del infierno; ¿no es verdad?

Ramatís: Los siglos se han acumulado sobre sí mismos y 

el hombre aún no resolvió obedecer a la terrible sentencia del 

“conócete a ti mismo”. Luchó para conquistar las fuerzas más 

peligrosas de la Naturaleza, pero su haraganería por la ascen-

sión espiritual y la incredulidad sobre los objetivos nobles de 

la vida, aún los hace un campo favorable y accesible para las 

sugestiones mefistofélicas de las tinieblas, y por otra parte se 

impermeabiliza cada vez más para recibir el socorro de las in-

tuiciones salvadoras de sus protectores.

De así nace la noción del “pecado” que conduce al infierno 

y de la “virtud” que conduce al cielo. Pero, no debéis confundir 

el “pecado” como una ofensa al Creador, que está por encima de 

cualquier ofensa humana; el pecado es la “válvula” peligrosa que 

puede ser accionada fácilmente por los “demonios” de la leyen-

da, que es igual a los espíritus corrompidos que buscan escla-

vos para las sensaciones inferiores que deben satisfacer. Todos 

aquellos que “pecan” les sirven incondicionalmente en forma de 

detestables prolongaciones que se mueven en la materia, cual 

tentáculos vivos del Más Allá, que buscan alimentos inmundos.

Esos “demonios” —nuestros hermanos en extrema penuria 

espiritual— fuman, beben, juegan y se satisfacen voluptuosa-

mente con vosotros desde el momento que descuidáis el gobier-

no disciplinado de vuestro cuerpo carnal y les mostráis las vál-

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