La Vida Más Allá de la Sepultura 

Pregunta: ¿Por lo que manifestáis, creeremos que nos en-

contramos completamente desamparados y a merced de los 

agentes de las tinieblas, puesto que no estamos liberados aún 

del vicio de jugar, beber o fumar; no es verdad?

Ramatís: Os aseguramos que si Jesús, Gandhi, Buda o 

Francisco de Asís hubieran fumado o bebido, ningún obsesor 

habría conseguido dirigir sus cuerpos físicos o dominar sus al-

tos potenciales vibratorios angélicos, que son capaces de de-

sintegrar a las energías tenebrosas. Lo que deseamos repetir 

para vuestra comprensión humana, es que los hombres esclavos 

a cualquier vicio o pasión peligrosa, son los más observados 

por los espíritus de las sombras, que fichan a sus candidatos en 

la triste condición de “alimentos vivos” para  sus satisfacciones 

viciosas, mientras que los evangelizados y de conducta elevada 

son refractarios a los objetivos de las sombras. Es mucho más 

difícil despertar el vicio de la embriaguez en el hombre abste-

mio: el vicio de fumar al enemigo del cigarro o el vicio del juego, 

al adversario de los casinos o ambientes del juego.

Pregunta: ¿Podéis informarnos si todos los hombres vicia-

dos que desencarnan, molestan a los encarnados para satisfa-

cer sus vicios y deseos interrumpidos por la muerte del cuerpo 

físico?

Ramatís: Es conveniente no generalizar lo que manifiesto, 

pues hay tantas condiciones psicológicas en el Más Allá, como 

cantidad de almas desencarnadas. Ningún acontecimiento bue-

no o malo que acaezca a los reencarnados o desencarnados, debe 

servir de padrón absoluto para valorar otros acontecimientos 

del mismo género. No todos los que fuman, beben o juegan son 

almas dañinas o desequilibradas. Es verdad, que después de la 

pérdida del cuerpo físico, el sufrimiento es más o menos igual en 

todos los viciados, sean buenos o malos, porque el deseo es psí-

quico y no corporal y además, depende de la intensidad viciosa 

estigmatizada en el periespíritu.

Debemos considerar que los espíritus negligentes, malos o 

vengativos se dedican a la tarea de obsesar a los encarnados, ha-

ciendo de ellos sus instrumentos vivos para satisfacciones vicio-

sas, mientras que los viciados de índole benefactora, en vez de 

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