Ramatís

nados es más numerosa que la asistencia de los encarnados y 

también, mayor será la extravagante y mórbida contienda de 

apuestas, despechos, celos e irrefrenables pasiones en el am-

biente de juego. Además de viciados, esos espíritus son vengati-

vos y crueles, no escatiman en introducir toda clase de trampas 

en el juego y arrastran a sus víctimas a las mayores decepciones 

y desesperación, para después enorgullecerse de sus desquites 

satánicos contra aquéllos que no los atienden fielmente en la 

trama del vicio.

En ciertos casos, los más vengativos persiguen por largo 

tiempo a sus víctimas que decepcionaron junto a la mesa de jue-

go, porque es necesario recordar, que la pasión del juego es tan

ardiente e implacable en los encarnados como en los desen-

carnados, pues esa pasión reside en el alma y no en los objetivos 

materiales.

En el mundo astral, alrededor de la Tierra, existe copio-

so material vivo que servirá para las valiosas investigaciones 

del género freudiano, pues la pusilanimidad, la frustración y el 

cortejo de resentimientos y complejos que luego se subliman 

en venganza y persecuciones maquiavélicas, requieren común-

mente hábiles psiquiatras del Más Allá para anotar todas las 

malezas espirituales.

A los encarnados que aceptan la mórbida función de “ali-

mentos vivos” se les facilita todo para que cada vez sean más 

sumisos y puedan inducirlos al máximo de la degradación, in-

clusive se les hostiliza en el seno de la familia, para que les sea 

cortado el último reducto de amparo espiritual. En base a esas 

medidas subversivas y tenaces del mundo astral inferior, es muy 

común comprobar, que los viciados de todos los matices y con-

diciones sociales del mundo terreno, principalmente los bebedo-

res, se quejan de una “fuerza” terrible que los domina y los hace 

beber, jugar o ingerir estupefacientes, como también practicar 

toda clase de ignominias. La medicina procura explicar esos 

casos, atribuyéndolos a la acción del organismo que clama por 

aquello que se acostumbró, pero mal saben esos infelices vicia-

dos, que detrás de ese diagnóstico se esconde la terrible verdad 

de sus situaciones nauseabundas de ser “alimentos vivos” de los 

malhechores de las sombras.

434