La Vida Más Allá de la Sepultura 

abstemios, pues saben de sobra que pierden su tiempo sin con-

seguir llevarlos al vicio. Prefieren encontrar personas afectas a 

bebidas y debilitados por otras pasiones peligrosas para incul-

carles la degradación por caminos indirectos. De la misma for-

ma proceden los espíritus que eran fumadores crónicos y que 

viven alucinados en el Espacio por falta del cigarrillo.

Pregunta: Sabemos que hasta los viciados en el juego, su-

fren en el Más Allá, alucinaciones por ese vicio. ¿Existe alguna 

verdad sobre esa afirmación?

Ramatís: Los espíritus que vivieron en la Tierra completa-

mente subyugados por la pasión obsesiva del juego, conservan 

en su imaginación ardiente el angustioso deseo de satisfacer su 

vicio, pues en el subjetivismo de sus almas permanecen vivas 

las escenas de las jugadas irrefrenables. Al estar imposibilitados 

de contemporizar sus mórbidos deseos y drenar las fuerzas vi-

ciosas, violentamente reprimidas, se sienten aun más excitados 

y afligidos; los más débiles de carácter prefieren degradarse y 

vagan por la superficie del orbe material en vez de luchar contra 

el vicio y rectificarse en el Más Allá. No tardan en hacer hábito 

y aficionarse a otros encarnados que tienen las mismas pasiones 

peligrosas. Procuran entonces, transformar a sus víctimas en 

instrumentos sumisos para su mala intención, manteniéndolos 

el mayor tiempo posible junto a la mesa de casinos o ambientes 

viciados de cualquier especie de juego. En el auge de lances 

entusiastas, el jugador encarnado y el espíritu desencarnado se 

funden en una sola entidad, en donde ambos se encuentran hip-

notizados por la pasión del juego, en un verdadero fenómeno de 

incorporación mediúmnica. Esos infelices viciados de las cartas, 

de los dados y las ruletas, aunque se encuentren desprovistos 

de un cuerpo físico, se sirven de aquellos que agradan de los 

ambientes nocivos del vicio, imponiendo sugestiones, afligiendo 

por sus equívocos o exaltando por sus geniales predicciones. 

Participan furiosamente del juego, pues rodean a los terráqueos 

gritándoles sus palpitos en los oídos y vibran cuando son con-

trariados, desesperando y enardeciendo al ver desperdiciadas 

muchas de sus sugestiones mefistofélicas.

Normalmente, la multitud de frecuentadores desencar-

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