Ramatís

contramos contraproducentes la procreación descontrolada de 

los hijos. Basta observar lo que pasa en Asia, por ejemplo, que 

debido al exceso de población, cada vez está más castigada por 

el tremendo problema del hambre y de la habitación, mientras 

que sus habitantes angustiados ya no viven, sino, que apenas 

vegetan como animales vestidos a la manera de civilizados.

Ramatís: Hace muy poco, os hicimos ver el grande y dolo-

roso débito kármico que contraen los hombres y los países que 

no socorren a otras razas empobrecidas. Debido a su egocén-

trico nacionalismo, olvidan deliberadamente que el problema 

del hambre, del vestido y del hogar, que asedia a las infelices 

criaturas terrenas, que más se asemejan a duendes desespera-

dos. Mientras tanto, bajo el mecanismo justo y rectificador del 

Karma, solo pasan hambre, sufren frío y pierden sus hogares o 

sus tierras aquellos que en el pretérito, abusaron de sus pode-

res y de los bienes del mundo, creando las condiciones a que 

serán sometidos cuando la Ley los ate al engranaje kármico de 

la “causa y efecto”.

Aún en los cuadros más críticos de vuestra civilización, que 

puedan entristecer profundamente a vuestros corazones y hace-

ros dudar de la Bondad y Sabiduría Divina, no existe injusticia, 

pues cada alma recoge de acuerdo a lo que sembró en el pasado. 

La ley sideral de que “quien con hierro hiere con hierro será 

herido” es aplicada por los propios culpados de antes, que así 

se recuperan espiritualmente de las burlas y de las crueldades 

de otrora.

Cuando vivíamos en la Indochina, en una de nuestras en-

carnaciones, encontramos en estado inenarrable a la orilla de 

los caminos, familias completas de infelices, como si hubiesen 

sido apuñaladas por un destino cruel. Examinando sus registros 

etéricos, proyectados en sus auras, reconocíamos sorprendidos, 

que allí se encontraban los miembros que componían las cortes 

fastuosas, que abusaron del poder y de la fortuna para sembrar 

el hambre, la desdicha y la muerte y a su vez, se saciaban en los 

más absurdos caprichos y pasiones. Cuantas veces los rajás fas-

tuosos, de la vieja India, los mandarines crueles de la China, los 

vengativos emperadores de Roma y los faraones prepotentes del 

Egipto forman el cortejo de esos infelices que se ahogan en las 

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