Ramatís

Pregunta: ¿No es contraproducente —aunque sea por con-

vicción espiritual— la procreación sin control, en base a los 

aflictivos problemas que ya nos perjudican en el mundo en que 

vivimos, donde mal conseguimos atender la educación de la 

descendencia menos reducida?

Ramatís: Si consideráis que las Escrituras Sagradas tienen 

autoridad y sabiduría espiritual suficiente para daros orientacio-

nes definitivas, también tendréis que aceptarlas en su máxima 

decisión: “Creced y multiplicaos” (Génesis 1-28). Este concepto 

es perentorio y no tenemos conocimiento que posteriormen-

te el Maestro haya agregado cualquier cláusula reduciendo el 

sentido de su aplicación en la vida humana y no se perciba la 

más sutil recomendación que pueda aconsejar la necesidad de 

reducir la prole bajo cualquier motivo especial. No se trata de 

ninguna premisa sibilina de la cual se puedan extraer futuras 

ilaciones filosóficas o morales. El concepto bíblico es imperioso 

y básico: “Creced y multiplicaos”. Es más bien una orden de lo 

Alto, como una explicación técnica a la tarea irrecusable, evi-

denciando un plan positivo y de interés común para todos los 

seres. Con respecto a las dificultades de vuestro mundo para 

criar y educar a los hijos, ¿aseguráis que reduciendo la pro-

creación serán solucionados los problemas que os afligen en el 

campo moral, económico o social? Creemos que no llegaréis a 

esa solución reduciendo la cantidad de hijos, pero la alcanzaréis 

si os cristianizáis de tal forma que el problema del prójimo sea 

tan importante como el vuestro. La infelicidad humana no es el 

producto de la mayor o menor cantidad de criaturas, la causa 

es la falta de amor.

Si aún no sabéis amar a la criatura infeliz que delinque en 

su tierna edad, pues la sometéis a humillaciones y la empujáis 

hacia su rebeldía infantil en lugar de darle amor, techo o ayu-

da que más conviene al corazón y enternece al alma, es obvio 

entonces que el aumento de criaturas también ha de traeros 

grandes problemas morales, económicos y sociales. La menor 

cantidad de habitantes en vuestro orbe no prueba la vigencia 

de mejores soluciones para los problemas seculares que tortu-

ran incesantemente a la humanidad. Tomando por base los tres 

mil millones de criaturas humanos que forman la actual hu-

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