Ramatís

cen mi presencia espiritual junto a mi cadáver. Cultiven mi me-

moria sirviendo, amando y socorriendo a otros hijos de madres 

desdichadas, que me puedan sustituir en vuestros corazones”.

Mientras lloran la separación del cuerpo condenado a la 

putrefacción, esos infelices progenitores olvidan los sufrimien-

tos y las angustias que suceden a pocos metros de los palacios 

enlutados, cuando madres desesperadas claman por ropa y pan, 

con el fin de que su prole pueda sobrevivir. Llénanse los orfana-

tos y los asilos de criaturas abandonadas, mientras que por los 

cementerios anti higiénicos padres y madres circulan en silen-

ciosa rebelión contra el mundo, creyendo que su dolor personal 

y su caso particular debe considerarse en las proporciones de 

un drama universal.

En vez de sustituir al hijo que fue mimado y tratado con 

lujo exagerado, con atenciones indebidas, que desencarnó bajo 

el ritmo justo de la ley de recuperación espiritual, debieran cul-

tivar su memoria por la dádiva del vestir, alimentar y llevar el 

socorro al hogar de los hijos sin padre y sin madre, que se con-

tentarían con las sobras de las mesas abundantes; esos padres 

prefieren aferrarse al culto enfermizo de su dolor inconformable 

y reverenciar el recuerdo de la carne perecible.

Pregunta: Creemos que el sufrimiento prolongado de los pa-

dres por consecuencia de la falta de ese ente querido no es fruto 

exclusivo del egoísmo, pero sí debido a su sensibilidad afectiva. 

Además, ¿cómo se podría amar intensamente al hijo ajeno cuan-

do la vida no permite siquiera que se ame al propio hijo?

Ramatís: El verdadero amor es aquel que os despierta un 

estado de simpatía espiritual, o sea, un estado en que sentís en 

vosotros mismos el sufrimiento y las necesidades que ocurren 

en otros seres infelices. He ahí el secreto de los grandes amantes 

de la humanidad, como Francisco de Asís, Buda, Krisna o Jesús. 

Mientras el amor paterno y materno se dedican exclusivamente 

a la carne de los hijos que procrean, estad seguros que los pa-

dres serán candidatos a sucesivas decepciones en los mundos 

físicos y astrales. Lo manifestamos así para que cuando regre-

séis al mundo espiritual también disminuyan un poco vuestras 

terribles desilusiones y también conoceréis el verdadero signi-

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