Ramatís

albedrío, pudiendo practicar vuestras acciones en beneficio o 

perjuicio de la colectividad, pero es necesario que recordéis 

que la Ley del reajustamiento y del equilibrio ascensional del 

espíritu interviene inmediatamente ni bien os extralimitáis en 

vuestras acciones, resultando las consecuencias perjudiciales 

para el próximo y una franca desarmonía con la ética evolutiva. 

La sabiduría popular antigua, segura que la constante y eficaz 

presencia de la Ley Kármica, por detrás de cualquier aconteci-

miento inevitable o trágico, prefería curvarse humildemente a 

la resignada convicción de que “Dios siempre sabe lo que hace”. 

Esta seguridad también debiera participar de vuestras convic-

ciones espirituales, pues no hay duda que una cosa es imposible 

de evitar, y es que en el Cosmos todo debe alcanzar, ineludible-

mente, la felicidad.

Pregunta: Conocemos a determinadas personas, que des-

pués de haber perdido a sus hijos, hace años, siguen sin consue-

lo, como el primer día, sin lograr otro aliciente. ¿Merece censura 

ese afecto inconsolable, que parece comprobar un inagotable 

amor en los padres? Si la Ley del Karma es tan severa para 

aquellos que descuidan los deberes afectivos con sus descen-

dientes, ¿por qué los que tanto aman son tan infortunados? ¿En 

esa situación la Ley no es injusta?

Ramatís: Basándose en que el espíritu es la única reali-

dad en los caminos planetarios y que sobrevive eternamente 

a las innumerables desintegraciones de los cuerpos que ocupó, 

la ignorancia de esa realidad es al que produce el sufrimiento 

prolongado, motivado por la separación provisoria. En conse-

cuencia, la solución del problema afectivo no reside en destruir 

ese “desconsuelo”, pero sí en aclarar rápidamente su situación, 

precisando liberarse de su ignorancia espiritual y conocer las 

finalidades de la verdadera vida del espíritu.

No nos cabe censurar a los padres que lloran largamente 

la muerte física de sus queridos descendientes, pero es eviden-

te que si comprendiesen los objetivos superiores del alma, en 

modo alguno proseguirían en esa actitud de profundo egoísmo 

y disconformidad con respecto a las directrices de la Sabiduría 

Divina. Indudablemente que no siempre pueden llorar al espí-

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