La Vida Más Allá de la Sepultura 

mas delincuentes. Sería un profundo desmentido a la Sabiduría 

y Justicia de Dios, si para realizar la prueba del sufrimiento 

kármico hubiera necesidad de preparar instrumentos de prue-

ba, así como en vuestro mundo se preparan las personas para 

provocar los escándalos públicos. No se justificaría que en el 

mundo espiritual, de la más alta sabiduría de la vida, se deci-

diera que la responsabilidad exclusiva de las almas culpables 

dependiese de los sacrificios ajenos para su efectivación. La Ley 

Kármica actúa dentro de un ritmo irreductible, en donde una 

“acción” produce igual “reacción”, o sea, una determinada causa 

tiene idéntico efecto. El espíritu que debe desencarnar prema-

turamente como hijo de padres culpables, con el fin de desper-

tarles con más vehemencia el amor aún acrisolado en lo íntimo 

del corazón, casi siempre es una entidad de inteligencia precoz, 

bondadosa y de sabiduría innata o capaz de desarrollar genes 

de los ascendientes hereditarios para un físico bello y atrayente.

Cuántas veces la sabiduría popular identifica al ser angé-

lico bajo el dicho que dice: “criatura que no se cría, no es de 

este mundo”. No siempre la profecía es verídica, pues algunas 

criaturas presienten que esos hermosos, tiernos y sabios espíri-

tus evolucionados, cuya reencarnación es un recurso más de la 

técnica astral, necesitan un plazo corto de vida humana para 

descargar en la carne instintiva los últimos tóxicos de magne-

tismo inferior que aún les pesa en la contextura de sus túnicas 

resplandecientes. Son espíritus que descienden a la materia en 

un rápido vuelo, como si fueran aeronautas siderales que com-

pletan sus horas en el cuerpo físico, con el fin de promoverse al 

comando superior en los páramos de luz y felicidad eterna.

La Ley del Karma, en su inteligente mecanismo benefac-

tor espiritual, los aprovecha y se sirve de su belleza, sabiduría 

y bondad angelical como recursos para despertar la ternura o 

una pasión preliminar que pueda sensibilizar el corazón de los 

padres que pecaron por falta de amor. Más tarde, los padres 

culpables y sensibilizados por la partida prematura del hijo 

querido procrean un nuevo cuerpo y retoman nuevas esperan-

zas amorosas, y la Ley se encarga de reponerles en ese clima 

más favorable del hogar el viejo adversario que fue repudiado 

en el pasado. Aunque retorne con la mente anormal y la con-

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