La Vida Más Allá de la Sepultura 

ríamos que esos padres no son merecedores de esos hijos ex-

clusivamente atrayentes, porque aún no saben aliar lo “útil a lo 

agradable”. Mientras tanto, si desearan un tratamiento amoroso 

y la protección de otros padres en futuras encarnaciones, sólo 

les resta una actitud hacia sus enemigos renacidos en su hogar, 

que es la fórmula preceptuada por Jesús: “Ama a tu prójimo 

como a ti mismo” y “Haced a los otros lo que quisierais que os 

hagan”.

Pregunta: Por lo que habéis expuesto, estamos inclinados a 

creer que todos los hijos que nacen deformados, imbéciles, enfer-

mos, feos o tontos, son almas delincuentes, mientras que todos los 

bellos, sanos y sabios son espíritus superiores. ¿No es así?

Ramatís: Tampoco en el Más Allá hay reglas sin excepción, 

pues muchas criaturas hermosísimas y fascinantes han sido en 

encarnaciones pasadas terribles criminales, perdularios, pros-

titutas, facinerosos, envenenadores crueles, parricidas y matri-

cidas. La belleza física no es regla absoluta para comprobar la 

presencia de un espíritu superior en el mundo, pues Lucrecia 

Borgia y la emperatriz Teodora eran de una belleza atrayente; 

la primera fue despiadada envenenadora y la segunda una reina 

cruel. Muchas veces el adelanto y la sabiduría pueden escon-

derse en las criaturas feas, humilladas y de apariencia insig-

nificante. La carne es el instrumento del espíritu, de la que se 

sirve muchas veces para experimentar su poder y su voluntad, 

estructurando su conciencia bajo la ley del libre albedrío y la 

conducta para la Ley del Karma, que ajusta vías peligrosas y le 

providencia las oportunidades para elevarse moralmente.

La belleza o fealdad, la riqueza o pobreza, la gloria o hu-

millación en el mundo físico son parte de los pertrechos provi-

sorios con que el espíritu se sirve para intentar su progreso y 

ampliar su conciencia sideral. Pero no representa su identidad 

espiritual específica, ni tampoco son conquistas definitivas. Esa 

es la causa por la que puede encontrarse entre los más afortuna-

dos y de configuración bellísima, los genios como los tontos, los 

buenos y los malos, y también los más imprudentes y atontados 

por las ilusiones de algunos instantes de goce, que imitan a las 

mariposas cuando se ciegan por el exceso de luz.

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