Ramatís
enfermo o débil mental, la Ley lo ajusta con otro hijo sano, bello
osumamente inteligente —con una corta encarnación— que
se vuelve su incesante motivo de pasión y goce egoísta. Feliz y
envanecido por ser el blanco de la admiración ajena, pero igno-
rante de las futuras pruebas dolorosas que lo esperan, se deja
fanatizar por la adoración incontrolada.
Algunos padres viven casi exclusivamente alrededor de su
diocecito del mundo. Todo eso no deja de ser pasión egocéntri-
ca y vanidosa, generada por la imagen agradable de la carne
que tuvo forma feliz; poco a poco se han de ir cambiando las
emociones en los corazones de los padres en falta; la Ley los
somete a los climas más emotivos y contradictorios, intercalán-
doles fases de alegría y de angustia, ventura y miedo. La simple
premonición de cualquier enfermedad en su querido descen-
diente, es bastante para entristecer sus almas; las enfermedades
constitucionales de la infancia acumulan dolores y preocupa-
ciones. Entonces, el hijo adorado de aquel hombre de nuestro
ejemplo, nacido hace poco tiempo, bello, sano o inteligente, se
vuelve el motivo de incesante tranquilidad y sirve para apurar
la sensibilidad amorosa que comienza a despertarse en el pa-
dre v también empieza a vivir escenas, exactamente opuestas
a las del pasado. Antes se alegraba por la simple idea, que un
accidente trágico o una enfermedad irreparable pudiese aniqui-
lar a su hijo repudiado, por haber nacido feo, enfermo, débil o
deformado. La esperanza que sustentaba en el pasado de ver
morir pronto a su hijo perturbado, porque significa una profun-
da humillación para los esposos, delante de otros progenitores
felices, se transforma en esta existencia, en un ardiente deseo,
para que sobreviva a cualquier costo el descendiente perfecto y
gloria de la familia.
Sometiendo a las almas delincuentes del pasado a procesos
de profundidad espiritual, la Ley Kármica, de causa y efecto,
consigue extraer de la veta del corazón, el precioso mineral, que
es el amor. Al comienzo, el filón del amor será explotado por la
vanidad, interés y egoísmo, después se sublima en la ternura,
en el sacrificio y en la renuncia, demostrando que la Divini-
dad posee recursos para lograr el objetivo deseado. Los padres
culpables invierten el sentido de sus pasiones reprimidas en el
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