Ramatís
castigo corporal, la aislación en la cárcel y el comentario acerbo
de la prensa diaria, no consiguen abatir el cinismo v despertar el
sufrimiento moral en el delincuente empedernido; la más simple
duda de honradez sobre un hombre justo, lo hace sufrir deses-
peradamente. Lo mismo sucede con el efecto de las pruebas
kármicas de los padres culpables en el pasado; para algunos, la
simple imposibilidad de concebir un hijo ansiado significa una
profunda tortura; para otros, la tragedia dantesca que se cierne
sobre el hogar y destruye hasta la familia que de modo alguno
les conmueve en su dureza, ni activa el amor que aún está petri-
ficado por el pasado de ignominia.
He ahí porqué la Técnica Sideral acostumbra a emplear
métodos de la más alta eficiencia correctiva y conforme a la psi-
cología y al grado de sensibilidad psíquica de los espíritus cul-
pables, provocando exclusivamente la eclosión del sentimiento
amoroso que les falta y no de acuerdo al delito cometido en el
pasado, Si no fuera así, podríais acusar a la Divinidad de cruel-
dad con sus hijos, pues estaré actuando bajo la Ley del “ojo por
ojo y diente por diente”.En ese caso, sería punida la cantidad
del crimen y sacrificada la cualidad del sentimiento de amor
que debería existir en el alma delincuente.
De ahí emana el hecho, que un mismo tipo de crimen pue-
de revelar psicologías criminales diferentes y hasta opuestas,
aunque dos crímenes se parezcan en su forma, pudiendo variar
la aplicación del proceso de rectificación espiritual. Mientras la
montaña de piedra requiere una poderosa carga de dinamita
para quebrarse, para hacer la estatua es suficiente el trabajo
lento e incisivo del cincel. Así relativamente, la Ley del Karma
también actúa sobre las almas culpables por los delitos seme-
jantes, encaminándolos hacia sufrimientos cruciales pues aún
se encuentran petrificados por la impiedad, necesitando una
terapéutica rectificadora más acerba, pero también impone un
programa doloroso, aunque más suave a los corazones sensibles
que fueron víctimas de su emotividad traicionera.
Por lo tanto, la madre criminal que mató por piedad, deses-
peración o miseria, aunque pueda sufrir en lo futuro la prueba
de los hijos enfermos, los verá sobrevivir sin el dolor de per-
derlos prematuramente; mientras tanto, aquélla que los mata
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