La Vida Más Allá de la Sepultura
Vosotros sabéis perfectamente, que un hombre bueno, en
un momento de cólera impensada comete un homicidio, la Ley
lo trata con más indulgencia que al hombre malo o asesino
profesional. El primero requiere un proceso compulsorio más
doloroso, para que la sensibilidad de su conciencia le permita
meditar sobre el crimen y purgarse con el hierro candente del
remordimiento. En el segundo caso, está curtido por los críme-
nes y es incapaz de ejercer la “autocrítica” acusadora o poseer el
remordimiento purificador, y ha de exigir un plano de dolores
más atroces para lograr despertar las fibras de su corazón en-
durecido.
De la misma forma, los delitos cometidos en el pasado por
los padres culpables, aunque a veces sean iguales en su origen y
acción, pueden variar las condiciones del pago futuro. La madre
que mata al hijo en un momento de locura por no poder eludir
la miseria insidiosa, de modo alguno será tratada por la Ley
Kármica, que es justa y sabia, de la misma forma a la mujer
que mata al fruto de su carne porque teme a la maledicencia,
el sacrificio social del nombre o porque no desea abdicar de los
placeres del mundo.
Pregunta: ¿Cuándo los progenitores culpables son someti-
dos a la prueba dolorosa de perder a sus hijos queridos, de qué
modo se les desenvolverá el amor que no tenían en el pasado?
Ramatís: Despertar el potencial de amor en los padres de-
lincuentes de otrora, se produce en la esfera principal del psi-
quismo, pues el dolor producido por la pérdida del hijo querido
se transforma en una divina fuerza centrípeta, que concentra
v apura todas las vibraciones dolorosas en el crisol depurador
del espíritu. Bajo la envoltura de los cuerpos físicos permanece
el alma inmortal, cuya memoria etérica se engrandece v se su-
blima por el amor v el heroísmo en las vidas humanas. Todas
las equivocaciones del pasado se rectifican bajo el estilete del
sufrimiento dirigido por la pedagogía sideral.
En cada existencia, el espíritu es abatido por las inclemen-
cias de las vicisitudes morales y los sufrimientos físicos; más
la renovación sidérea interior no siempre resulta conforme a
los acontecimientos trágicos ocurridos en el escenario físico. El
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