Ramatís

establece, que el alma deberá desencarnar temprano en la Tier-

ra; por eso nace en el hogar de aquellos, que por deudas pasadas 

deberán perder el hijo en tierna edad, ya sea por desencarnación 

prematura  o  porque fueron  responsables de situaciones  se-

mejantes.

Pregunta: ¿Actuando de esa manera, la Ley del Karma re-

presenta punición, perfectamente encuadrada en el concepto del 

“ojo por ojo y diente por diente”; no es verdad?

Ramatís: Hay equívocos en vuestra interpretación, por-

que el principal motivo del sufrimiento o pago kármico de las 

criaturas terrenas, siempre es por falta de Amor y porque aún 

predomina la dureza en sus corazones. El papel de la Ley Kár-

mica en su principal función, no es la de punir los delitos de los 

espíritus, por encima de todo, es desarrollar el sentimiento del 

amor que se encuentra en forma embrionaria en la mayoría de 

los hombres. El sentido rectificador de la Ley del Karma es de 

naturaleza moral y no penal.

Los padres que sufren el dolor de perder a sus hijos en edad 

infantil, se explica, que sean castigados por haber sido negligen-

tes con otros descendientes en el pasado; en verdad, se encuen-

tran comprometidos y se someten a un proceso de técnica sideral 

que les rectifica los impulsos psíquicos destructores, avivando 

el sentimiento amoroso adormecido en el seno de su alma. En 

ese caso, la implacabilidad de la Ley actúa bajo el concepto que 

“cada uno ha de recoger conforme a lo que siembra”, en vez de 

aplicar el concepto draconiano del “ojo por ojo y diente por dien-

te”. Se rectifica el “motivo” que generó el pecado en la existencia 

pasada por falta de amor. Gracias a esa terapéutica dolo-rosa, 

desencarnan prematuramente los hijos de padres culpables en 

el pasado y se activa en éstos, espontáneamente, la razón de un 

nuevo amor que aun teniendo comienzo en un efecto egoísta se 

ha de enternecer bajo los dolores agudos de la recordación de los 

seres queridos que parten más tempranamente.

Pregunta: ¿Aquéllos que sufren el dolor inconsolable de 

perder a sus hijos en tierna edad, son aquéllos que deliberada-

mente los destruyeron en otras vidas, debiendo soportar ahora 

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