Ramatís

astral que acentúa las sensaciones del periespíritu, que es la 

sede de los deseos del alma; esos deseos recrudecen y se vuelven 

más violentos al no poder saciarse por intermedio del cuerpo 

físico destruido, al cual estaban condicionados. El alcoholista, 

por ejemplo, tiene la mente conturbada por el deseo irrefrenable 

que vibra en su periespíritu, cuando posee el cuerpo carnal se 

sacia en parte debido a las reacciones físicas producidas por el 

corrosivo y que más tarde repercuten en el mundo astral de los 

deseos. Sin embargo, cuando pierde el cuerpo carnal, en verdad 

desmantela su alambique vivo, pues una vez desencarnado se ve 

obligado a servirse de otro cuerpo vivo para poder absorber la 

mayor cantidad posible de alcohol que le garantice la satisfac-

ción mórbida de poder aspirar la sustancia astral volatizada por 

el corrosivo y vertida por el aura.

Este es uno de los motivos por los cuales los espíritus de-

gradados realizan tenaces esfuerzos para conseguir los necesa-

rios “muñecos vivos” que en la Tierra les puedan transferir y 

volatilizar la mayor cantidad posible de bebidas alcohólicas, 

destinadas a calmarle la insaciabilidad viciosa y súper excitada 

en el mundo astral. He ahí por qué los desencarnados del astral 

inferior no se conforman exclusivamente con el desquite contra 

sus adversarios encarnados, pues, además de vengarse, realizan 

todos los esfuerzos para conducir a sus víctimas, hasta hacerlas 

intermediarias de sus vicios y deseos torpes que traen desde la 

vida material. Esos espíritus infelices forman verdaderas agre-

miaciones delictuosas, se ayudan mutuamente en sus empresas 

vengativas, trabajando en equipos que actúan astutamente so-

bre los encarnados a fin de transformarlos en “alimentos vivos” 

de sus insaciabilidades viciosas.

Se ponen furiosos y aumentan su odio contra las huestes 

angélicas, cuando perciben, que por liquidación kármica o pro-

tección superior, sus víctimas son amparadas en el campo vibra-

torio del periespíritu e inmunizadas contra la acción deletérea 

del mundo astral inferior. Les irrita saber que más de un “plato 

vivo” les huya vibratoriamente de su acción indigna, después 

de haberles costado inmenso trabajo para adecuarlo a gusto de 

su voracidad satánica. He ahí porqué, prefieren desarrollar sus 

operaciones obsesivas sobre los desencarnados, los deseos y vi-

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