Ramatís
entretenida en una conversación con alguien, sobre asuntos tri-
viales, y los gatos penetraran por la ventana, robándole los pe-
ces que iba a cocinar para el almuerzo...
En la hipnosis común, el hipnotizador procura conducir al
“sujeto” para que fije toda su atención en un determinado objeto,
en un punto, o en una evocación subjetiva, procurando distraer-
lo al máximo con el fin de crearle el “manto hipnótico” o lo que
es igual, el “centro hipnótico”, que debe ser el tema convergente
en la mente del hipnotizado. Poco a poco, el paciente se entrega
al sueño hipnótico influenciado por la incesante sugestión de
su hipnotizador o bien, por cualquier olor característico, ruido
monótono, música adormecedora o sometimiento voluntario a
su acción y voluntad.
El hipnotizador encadena la conciencia objetiva y la coloca
en la cárcel construida por la incisiva sugestión mental, pero
deja en libertad la dirección motora y psíquica de las activida-
des subconscientes del cuerpo, que reside en la zona instintiva,
situada en la región cerebral. Entonces se posesiona de la región
provisoriamente deshabitada del “sujeto”, al cual Freud clasifi-
có hábilmente como una parte de la individualidad”. A través
de esa región sumisa actúa la voluntad del hipnotizador que
desliga el mecanismo “psico-físico”, produciéndose los fenóme-
nos térmicos, las reacciones instintivas, los lloros y las risas, al
simple cambio de las sugestiones mentales, escenas éstas, que
comúnmente se ven en los teatros terrenales y que sirven para
alegría de un público ignorante de la verdad espiritual. Debi-
do a que todos los acontecimientos sucedidos en el pasado se
encuentran normalmente registrados en su “memoria etérica”,
que es su bagaje de experiencias del pasado, los hipnotizadores
consiguen que se reproduzcan las risas, los placeres, actitudes
y reacciones emotivas que sus pacientes tuvieron en su infancia
lejana, y que reproducidas a través de un cuerpo adulto, se vuel-
ven caricaturas ridículas que divierten al público festivo.
Ni bien el paciente despierta y su espíritu retoma nueva-
mente la región del “corte cerebral” motor, en la zona intermedia
del cerebro, se ajusta al comando de sus centros sensoriales y se
coloca otra vez en la figura habitual, común al medio presente,
en verdad, su espíritu no se apartó de la dirección cerebral, so-
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