La Vida Más Allá de la Sepultura
comandos de las sombras pudieron regocijarse de la astuta rea-
lización y por el éxito alcanzado, exhumando el “deseo central”
subversivo de aquellas marionetas vivas, que ofrecieron la bre-
cha principal y dieron cabida a la lucha sangrienta, que también
pasó a ser explotadas por otras almas que vibraban en simpatía
con las tinieblas. Alcanzados los fines de muerte, desesperación,
miseria y luto, los “jefes negros” del Más Allá” abandonaron a
sus tontos y belicosos “médiums” a merced de la justicia de la
Ley del Karma, retirándoles todo el apoyo y dejándolos morir
estúpidamente y sin ninguna gloria, cosechando los resultados
de su “deseo central” pervertido.
Hace mucho tiempo, el “deseo central” despertado violenta-
mente en un joven militar de Macedonia, lo transformó en Ale-
jandro Magno; posteriormente, retornó el mismo espíritu a la
materia y el “deseo central” lo condujo a la figura de César, otro
general; por última vez, se manifestó como Napoleón Bonapar-
te, para que se pudiese levantar sobre la Tierra un imperio de
vanidad humana. Sin embargo, ese mismo “deseo central” ope-
rando de manera inversa, primero plasmó a Samuel, el profeta
puro, retornó el mismo espíritu a la Tierra y se materializó en
Juan Evangelista, que una vez más, volvió a iluminar la superfi-
cie del globo terráqueo como Francisco de Asís, que invadiendo
los corazones humanos, también levantó un imperio, pero de
amor y glorias espirituales.
Pregunta: ¿Podéis explicarnos con mayor propiedad, que
debe interpretarse por un “centro hipnótico”, al que habéis alu-
dido como base principal de éxito de los obsesores sobre los
obsesos?
Ramatís: Debéis tener presente, que os equivocáis cuando
hacéis la pregunta, pues no es el “centro hipnótico” el que sirve
fundamentalmente a los obsesores para dirigir a sus víctimas.
Los obsesores aprovechan la ocasión cuando sus víctimas crean
ese “centro hipnótico”, que ofrece la vanidad, un vicio peligroso,
una tentación o pecado, dejando un campo abierto para ser ob-
sesionados fácilmente y poder actuar, no en el “centro hipnótico”
que ellos crearon, sino en el periespíritu de la víctima escogida.
Es como si una mujer se demorase en la puerta de su casa,
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