La Vida Más Allá de la Sepultura
perseverancia de las almas benefactoras de las comunidades
superiores. Casi nada se puede hacer cuando los encarnados
olos desencarnados se enredan peligrosamente en las mallas
de las pasiones degradantes, padeciendo durante siglos en la
venganza mutua, maniatados entre sí por la expiación obsesiva,
atravesando existencia tras existencia en dolorosa y execrable
flagelación. Y así el detestable círculo vicioso prosigue a gus-
to de sus interesados. Los que asumen la figura de verdugos y
vengadores explotan a sus víctimas, seguros de sus desquites,
creyendo compensarse cuando sustraen hasta la última gota de
fuerza vital y psíquica de sus desafectos del pasado.
Pregunta: Si hubiese un número suficiente de técnicos o de
servidores para atender los casos de obsesiones, ¿se soluciona-
ría inmediatamente ese problema tan doloroso en el Más Allá?
Ramatís: La solución no sería tan rápida, porque muchas
de las víctimas y de los verdugos que se encuentran mutua y ob-
sesivamente enredados por lazos de odio y de venganza requie-
ren todavía algunos lustros para que se efectúe su liberación
espiritual. Aunque la Ley Kármica disciplina todas las acciones
de causas y efectos para la Ventura Espiritual y posea una téc-
nica y un proceso inflexible para su ejecución, son las almas
culpables las que marcan realmente su tiempo para la debida
rectificación psíquica. La Ley Sideral enseña que aquello que
fue atado en la Tierra, también en ella deberá desatarse.
Los mentores y técnicos espirituales no podrán intervenir
oviolentar drásticamente ese círculo vicioso de mutua obsesión
entre los terráqueos que aún son incapaces de cultivar la humil-
dad y el perdón, que además refuerzan con la vanidad, el orgul-
lo, el odio, la crueldad y la venganza, distanciados como están
de la terapéutica evangélica creada por Jesús. Considerando que
el obsesor y el obseso son dos enfermos que se debaten mutua-
mente en terribles crisis de amargura, generada por el odio o la
venganza, es obvio que el tratamiento más eficaz es drenar los
tóxicos que corroen la intimidad psíquica para que más tarde
se puedan sustituir por el bálsamo bendecido que proviene del
amor y el perdón.
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