Ramatís
lentes caprinos aglomerados exactamente en lugares o zonas as-
trales de vuestro país (Brasil) en donde más se practicaban or-
gías lúbricas, festividades licenciosas y se promovían los vicios
que más deprimen la conducta sexual humana. Esos animales
devoraban dantescamente ciertas emanaciones larvales de unos
fuertes colores rosa-oscuro, bastante salpicados de tonos roji-
zos, que formaban manchas violáceas sobre un fondo de san-
gre impura. Eran formas exóticas que fluían incesantemente,
parecidas a pesados nubarrones de humo, que asumían formas
arácnidas, que se movían de modo grotesco y fragmentándo-
se continuamente, curvándose en la periferia como si fueran
ganchos amenazadores y retorcidos. Algunas veces me parecía
que eran gigantescas amebas munidas de pies que se retorcían
en movimientos espasmódicos, enroscándose sobre sí mismas
para después estirarse bajo invisible comando de perversa sen-
sualidad que fluía de las mentes humanas hacia la intimidad
del mundo astral. Bajo el dinamismo activado por las ondas
del pensamiento y deseos torpes de los desencarnados, surgían
otras formas gelatinosas que se volvían excelente alimento para
esos caprinos astrales, pues su alimentación preferida se basaba
en las emanaciones psíquicas mentales de lujuria y perversión
de las funciones creadoras de la humanidad.
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