Ramatís
esas aves y la razón de sus horribles formas, que bien podían
imitar a todos los cuadros más terribles de la Tierra. Yo no tenía
dudas que eran aves destinadas a un ambiente infernal, cuya es-
pantosa voracidad hacía desaparecer instantáneamente todo lo
que caía cerca. Pero aún ignoraba su benéfica función de gigan-
tescos transformadores de vida nociva inferior, cuando devoran
las creaciones delictuosas que provienen del caos de las pasio-
nes desenfrenadas de la mayor parte de la humanidad terrena.
Esas aves devoran y transforman en los hornos crematorios
de sus abultados estómagos, las larvas, los elementales, los duen-
des peligrosos, los desperdicios y los combustibles repelantes que
se producen, se agregan e incorporan por efecto de la proyección
degradada de la mente humana en la sustancia astral.
Pregunta: ¿Existe alguna función especializada para cada
tipo o variedad de aves o animales del astral inferior, para la
desintegración de las fuerzas y sustancias peligrosas producidas
por la mente de los hombres?
Atanagildo: El espíritu observador no tarda en identificar
la sabiduría y la armonía del Creador, que mantiene el equili-
brio de la vida por medio de las formas y energías opuestas.
La poesía y la utilidad caminan juntas al servicio bene-
factor de la creación; mientras el picaflor chupa el néctar de
las flores, que es su manjar predilecto, el urubú hambriento se
sirve de la carne putrefacta y se vuelve eficiente higienizador del
ambiente apestado. Por eso, los seres dantescos del mundo mór-
bido del astral también varían su preferencia nutritiva por las
formas deletéreas que se producen por causa de pensamientos y
pasiones degradadas del hombre. El apetito de ciertas aves del
astral se satisface con sustancias de un tono pardo terroso y de
viscosidad violácea, producidas por la codicia, celos o ambición;
otras, prefieren alimentarse con porciones repugnantes de for-
mas negras y entremezcladas con fulgores chispeantes, que se
crean por las expresiones violentas del odio, de la cólera y de la
irascibilidad de los encarnados.
También noté un tipo alado muy parecido al urubú terres-
tre, de cabeza pelada y de aspecto chocante a primera vista, que
además de su mórbida alimentación se entregaba a un mover
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