La Vida Más Allá de la Sepultura 

mentales y psíquicos de los desencarnados enfermos, ayudán-

dolos a elevarse hacia las esferas más hermosas. Es también 

el taller que construye las formas carnales para los espíritus 

que descienden a la materia, y en su retorno desencarnatorio 

funciona como un tanque que lava y recibe sus trajes sucios. 

Algunas situaciones demasiado pavorosas, de rectificaciones es-

pirituales, nos recuerdan el mismo efecto que hace el nitrato de 

plata cuando se usa para cauterizar las llagas físicas.

Esas especies gigantescas que merodean siniestramente 

entre la vegetación sombría del astral inferior cumplen con la 

tétrica tarea de ser “transformadores vivos” de las energías dele-

téreas de ese medio tan nocivo.

Aquello que los espíritus del Señor tendrían que ejecutar 

bajo el más lúgubre y heroico sacrificio, esas monstruosas aves 

y otros tipos de animales extravagantes realizan a gusto, deglu-

tiendo todas las formas de elementales peligrosos y dañinos que 

producen las mentes enfermas y diabólicas.

En el mundo físico, la lombriz, el sapo, la lagartija y prin-

cipalmente el urubú, son valiosos cooperadores del campesino, 

propagando la simiente y destruyendo las sustancias corrompi-

das, y sanean el ambiente de la vida humana.

El astral inferior que rodea la atmósfera terráquea, como 

ya os recordé, es un vasto depósito de desechos mentales crea-

dos por el descuido de la humanidad encarnada, en peligro-

sa simbiosis con los genios de las tinieblas. Gracias a las aves 

y a los monstruos que viven en esa tormentosa morada, esas 

creaciones mentales nocivas son incesantemente devoradas, pu-

diendo mantener el equilibrio necesario para proseguir la vida 

astralina y manutención vital e instintiva de la vida física.

Pregunta: Cuando penetrasteis en el astral inferior, ¿ya sa-

bíais cuáles eran las funciones de esas aves tenebrosas? ¿Po-

dríamos conocer cuáles fueron vuestras primeras impresiones 

delante de ese acontecimiento?

Atanagildo: Al principio, me estremecí sorprendido delante 

de esos monstruos cuyo vuelo vampiresco es capaz de aterrar al 

hombre más valeroso y desafiaría a la más dura visión humana. 

Indagué por mis propios medios los motivos de la existencia de 

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