La Vida Más Allá de la Sepultura 

plicar el proceso de pruebas y recuperaciones de los desencar-

nados cuando están comprometidos por delitos contra la inte-

gridad espiritual, pues hay que saber que varía inmensamente 

la reacción de cada uno y el grado de sensibilidad durante el 

sufrimiento. Hay espíritus, por ejemplo, que son culpables por 

los crímenes cometidos en la Tierra y atraen hacia ellos muchas 

almas vengativas que los esperan a la salida de la tumba para 

aplicarles tal magnitud” de torturas, aunque terminen abando-

nándolos por no conseguir usufructuar la voluptuosidad de la 

venganza de ser “sentidos” o “comprendidos” por sus víctimas 

desencarnadas. Son almas que desencarnan tan intoxicadas por 

causa de sus maldades y torpezas, que demoran bastante tiempo 

para despertar la conciencia de relación con el mundo exterior. 

Aunque son torturadas por sus verdugos, se encuentran petrifi-

cadas en su mundo interior y sufren padecimientos atroces, ma-

yores aún de los que hubieran querido imponerles sus propios 

adversarios. Éstos, ardiendo de odio y deseos de aplicar otros 

castigos más satanizados, abandonan sus víctimas en los valles 

pantanosos, aguardando el momento en que se vuelven visibles 

al exterior para ejercer nuevamente su venganza diabólica.

Muchos de esos verdugos crueles y completamente galva-

nizados en el mal gozan en grado sumo cuando notan que sus 

víctimas despiertan poco a poco y se encuentran con la terrible 

realidad del medio repugnante que habitan y se sienten tortu-

radas entre las manos de sus crueles verdugos.   El lenguaje 

humano no conseguiría describir lo que realmente les sucede a 

esos espíritus infelices, que después de haber curtido su psiquis-

mo en el charco purgatorial por los crímenes cometidos en la 

vida carnal, aun deben enfrentarse con las pavorosas y amena-

zadoras cataduras de aquellos que les vigilan los más mínimos 

actos y los controlan en sus más ínfimos pensamientos, prontos 

a caerles encima. Ningún socorro o resto de luz los alcanza de-

bido a la naturaleza del lodo que posee la delicada contextura 

periespiritual y se precipitan, naturalmente, en las regiones im-

pregnadas del mismo magnetismo que ellos fueron portadores. 

Aun la luz que la voluntad angélica les proyectase desde las 

regiones superiores les sería insuficiente, en base a la sustancia 

degradada que se les adhiere al cuerpo astral.

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