La Vida Más Allá de la Sepultura 

del espíritu. El servicio de socorro a que nos entregamos espon-

táneamente en favor de esos hermanos infelices y víctimas de su 

propia ignorancia espiritual, nos condiciona psicológicamente 

a la realidad benefactora, en esos acontecimientos dantescos, 

tal como se acostumbra el cirujano terreno, con el tiempo, a 

su trabajo profesional y lo ejecuta con calma y seguridad al 

saber que, a pesar del sufrimiento inevitable, el paciente ha de 

ser beneficiado. Para mejor éxito en nuestros trabajos, estamos 

obligados a prestar servicios a esos infelices que vagan por las 

regiones turbulentas, de modo tal que no nos debemos dejar 

dominar por llantos perjudiciales. Aunque podamos apiadarnos 

ante sufrimientos pavorosos, sabemos que la rectificación exige 

urgencia, pues la índole malhechora de esos sufrimientos les 

tomaría nuevamente el corazón, llevándolos a practicar nuevos 

desatinos y generarían peores sufrimientos para el futuro.

Pregunta: Bajo vuestra opinión actual, ¿cuáles serían los 

delitos humanos que podrían causar mayores perjuicios al es-

píritu en su desencarnación y a su vez le crearan situaciones 

atroces para su debida rectificación espiritual?

Atanagildo: Es probable que mi experiencia personal no 

sea la más acreditada para tasar valores del mundo astral, pero 

dos situaciones horrorosas, en los charcos, me impresionaron 

fuertemente, debido a los estigmas que se graban en el periespí-

ritu de los desencarnados: la del suicida y el de la nefasta profe-

sión de los “destructores de ángeles”, o sea, la de los abortadores 

profesionales. Son crímenes que general las más pavorosas si-

tuaciones en el mundo astral inferior y que estigman terrible-

mente al periespíritu para las encarnaciones futuras, pues en 

ambos casos se trata de crímenes contra la vida.

El suicida interrumpe su existencia que debía aprovechar 

hasta el último segundo de su vitalidad, porque se valió de una 

oportunidad benefactora para encarnar, que podría haber apro-

vechado otro espíritu, también necesitado de nacer en la carne.

Aquel que se suicida revive en el astral las escenas que pre-

cipitó sobre sí mismo en la hora de la tragedia, al romper los 

canales de vitalidad que lo mantenían ligado a la vida del cuer-

po físico, debiendo sufrir de un modo bárbaro hasta el instante 

327