La Vida Más Allá de la Sepultura 

sentimiento, nos recuerdan por eso, la afinidad existente entre 

los malhechores del mismo tipo, tan común en el mundo ma-

terial, que forman grupos especializados para las prácticas de 

determinados crímenes. Como hay un padrón semejante en la 

disposición psicológica entre esos espíritus delincuentes, están 

obligados a reunirse por afinidad, entonces podréis considerar 

a las regiones inferiores como si estuvieran divididas en val-

les, y en cada jurisdicción purgan los suicidas, los envidiosos, 

los avaros, los calumniadores, los hipócritas, los lujuriosos, los 

celosos y crueles. Esos espíritus, además de purgar sus males, 

evolucionan a través de ese proceso profiláctico porque, además 

de la acción del medio absorbente que los purifica, el Karma 

los obliga a friccionarse entre sí para cosechar lo mismo que 

sembraron.

Pregunta: ¿Podríais describirnos, por ejemplo, el sufrimien-

to de los avaros en esos charcos del astral inferior?

Atanagildo: La masa fluídica muy densa de esos valles, a 

semejanza de una pantalla cinematográfica, materializa con fa-

cilidad los cuadros mentales proyectados por sus infelices mo-

radores, fenómeno que los hace más infortunados. De ese modo, 

los avaros se debaten en crueles sufrimientos porque revén en 

la pantalla del Medio en que actúan, las imágenes alucinadas 

de su ambición y avaricia. El oro, las monedas, las joyas y los 

valores en títulos del mundo se transfiguran en un lodo nau-

seabundo o en desechos repugnantes que los rodean. Entonces, 

esos espíritus torturados se debaten furiosamente en el lodo re-

pulsivo en un estado aproximado a la locura, como aves recién 

enjauladas ante la desesperación de haber sido despojados de 

sus tesoros, revividos en la locura astral que los mantienen en 

una crucial pesadilla. Después que pasan esas crisis, muy pa-

recidas a los espejismos engañadores del desierto calcinante, 

sobrevienen atroces desengaños por el espejismo de las cosas 

vanas y terminan cayendo en la realidad, verificando aterrados, 

que las monedas relucientes y las joyas codiciadas, se transfor-

man en lodo viscoso y repugnante, común a los valles en donde 

se revuelven desesperados.

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