La Vida Más Allá de la Sepultura 

energía o periespíritu y el coche, el cuerpo físico.

Cuando el cochero pretende mover el coche, no chicotea a 

éste para ponerlo en movimiento, sólo castiga al caballo, que en 

realidad es el que mueve el vehículo. De la misma forma, cuan-

do el espíritu desea mover su cuerpo, no lo hace directamente 

en su sistema nervioso cerebral o muscular, actúa primero en 

el periespíritu que es el intermediario energético o mediador 

entre los dos planos, el cual, al recibir el impacto directo del 

pensamiento o de la voluntad del alma, reproduce esa orden, 

moviendo el conjunto de carne y nervios.

El espíritu proyecta su orden mental directamente sobre su 

vehículo más próximo, que en este caso, es el periespíritu inter-

puesto entre él y el cuerpo físico; el pensamiento, como creación 

dinámica, encuentra en el periespíritu a su fiel transmisor del 

organismo carnal. Éste, a su vez, en un enorme agregado de 

entidades microscópicas, vivas, que se mueven activamente bajo 

el influjo de la mente, que las sustenta. El alma vive saturada 

de elementos electromagnéticos, que ella misma produce, los 

que varían tanto en peso como en intensidad, pudiendo volverse 

beneficiosos o maléficos, conforme sean sentimientos y pensa-

mientos producidos por la naturaleza del espíritu director. En 

consecuencia, el espíritu siempre es un mundo en incesante in-

tercambio de fuerzas imponderables; atrae y repele fuerzas ma-

léficas y benéficas, alimenta o aniquila creaciones mentales de 

otros seres; acelera su campo mental elevándolo al nivel de las 

inteligencias superiores o lo baja vibratoriamente, alcanzando 

los caminos escabrosos de las almas enfermas y esclavizadas al 

magnetismo denso de sus pensamientos dañinos y tenebrosos.

La armonía mental y el equilibrio evangélico alimenta a las 

energías benéficas que circulan por el periespíritu, aumentando 

la luz y la vitalidad, las cuales, por fuerza de su alta vibración, 

también fluyen hacia el medio exterior después de ser utiliza-

das en ese nivel mental superior. Cuando el alma se degrada en 

prácticas repugnantes y dinamiza sus fuerzas para alimentar la 

violencia o la crueldad, se produce una declinación vibratoria 

tan nefasta, que se podría describir, como si fuera una especie de 

“carbonización” de las energías astrales alrededor de su cuerpo 

fluídico. Habiendo armonía, las energías circulantes represen-

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