La Vida Más Allá de la Sepultura
tinieblas de sus propias iniquidades. Pero, no es sensato vio-
lentar su naturaleza agresiva y cruel, y por la misma causa no
debéis coger el fruto inmaduro. Hay que aguardar el momento
psicológico de los sufrimientos impuestos por la Ley del Karma,
que induce a pedir socorro y da momentos favorables para su
conversión.
Pretender arrancar de las sombras a esas almas antes de
presentar las condiciones espirituales exigidas para habitar en
las agrupaciones astrales más elevadas, sería lo mismo que in-
tentar elevarse en un globo que aún no arrojó el lastre que lo
retiene al suelo, o liberar a un grupo de fieras en medio de un
jardín, en donde juegan criaturas que no tienen protección. Esas
almas purgan entre sí, sus desatinos del pasado, viviendo perso-
nalmente las experiencias crueles que crearon; sólo después de
recurrir a sus impulsos agresivos e instintos perversos, es cuan-
do se pueden entrever nuevas disposiciones de espíritu para la
vida superior. Aún aquellos que se desligan de los charcos puri-
ficadores, a través del período de su drenación tóxica, se sitúan
en la frontera de los dos caminos; la ansiedad de renovarse espi-
ritualmente en el servicio cristiano hacia el prójimo, o, entonces,
la deliberación infeliz de ingresar en las corrientes malhechoras
de la sombra. Después de eso, las comunidades superiores pue-
den socorrer a aquellos que se manifiestan sinceramente, deseo-
sos de trabajar junto a las huestes de los trabajadores del Cristo,
pues, respetando el libre albedrío que la Voluntad del Padre nos
concede, ni aunque sea para el Bien, se puede violentar a aquel
que no la puede cultivar a gusto.
Pregunta: ¿Cuál es el motivo principal que lleva a los es-
píritus tenebrosos a organizarse con éxito en las regiones del
astral inferior, a tal punto, de edificar ciudades y crear institu-
ciones poderosas para el servicio del Mal?
Atanagildo: Muchos espíritus que parten de vuestro mundo
dominados por los vicios o que practicaron crímenes espanto-
sos, toman por base de vida su propia miseria espiritual; no ad-
miten la posibilidad de una vida diferente y más feliz en planos
más elevados y encuentran, que la única y apreciada ventura,
reside en la prolongación de los vicios y placeres terrenos. Ase-
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