La Vida Más Allá de la Sepultura 

pulsivos y en las tareas más atroces, fortificando la sistemática 

rebeldía contra la Administración Sideral del Cristo sobre vues-

tro mundo.

La vieja leyenda del hombre que vendió su alma al Diablo, 

expresa muy bien lo que pasa en vuestro mundo, pues no es pe-

queño el número de desencarnados que salen de las tumbas como 

“propiedad” de algún señor de las tinieblas o que son reclamados 

inmediatamente por las falanges negras, que alegan haberlos 

ayudado en la Tierra. Si el Mal no estuviese tan bien organizado 

en las regiones del Astral inferior, hace mucho tiempo que no ha-

bría necesidad de empresas socorristas de espíritus benefactores,  

que  en forma permanente  luchan valerosamente para mantener 

la seguridad y el progreso espiritual en vuestro mundo.

Pregunta: ¿Entonces, existen espíritus malignos con el pri-

vilegio de poder vengarse y dominar almas incautas y desgra-

ciadas, sin que les sea impuesta la rectificación por la Ley del 

Karma, para reeducarlos espiritualmente? ¿Todo esto no justifi-

ca la versión del “Diablo” con poderes discrecionales?

Atanagildo: No olvidéis lo que os dije anteriormente; todo 

eso no deja de ser una situación temporaria. En la Tierra, el cri-

minal novato, no es más que una víctima de sus impulsos incon-

trolados y emotivos, o es un instrumento tonto bajo la dirección 

de malhechores más experimentados, que se sirven de él para 

concretar sus hazañas y venganzas. Con el correr del tiempo, 

ese delincuente primario termina asumiendo la dirección de sus 

propios actos y transforma su delincuencia pasiva o accidental 

en un motivo de rebeldía contra la sociedad y las leyes organi-

zadas. A medida que la justicia humana lo persigue y apresa, se 

vuelve más feroz y se degenera aún más en el crimen, odiando 

a todos aquellos que le hacen cumplir las penalidades determi-

nadas por la Ley, se origina el caudillo común, el bandolero-jefe 

oel mentor maquiavélico que piensa, organiza y dirige hasta el

día en que puedan encarcelarlo o sea abatido en el entrechoque 

de las mismas pasiones detestables que sembró.

A los planos del astral inferior se adaptan fácilmente los 

espíritus de corazones endurecidos, que terminan aficionándose 

definitivamente al medio deletéreo, en donde fueron primera-

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