Ramatís

no había ninguna probabilidad de éxito en ese sentido, pues 

debieran crearse primero, cantidad de tareas asistenciales. Por 

otro lado, sus administradores sólo cuidan de sus intereses y de 

sus “adeptos” conocidos, tal como los políticos sobre la Tierra. 

La solución acertada, será aún por mucho tiempo, la drenación 

natural y espontánea de las toxinas contenidas en los peries-

píritus de los infelices estropeados, hasta que los merecedores 

puedan moverse hacia zonas en donde existen puestos de auxi-

lio espiritual o serán recogidos por los enfermeros benefactores, 

que trabajan en las adyacencias de las sombras, en busca de 

almas sufrientes.

Más tarde, tuve la oportunidad de penetrar en el interior de 

la ciudad, vi a centenas de andrajosas figuras humanas, agota-

das de tanto caminar en busca de sedativos y esperanzas; pene-

traban en edificios bajos, de aspectos y colores repulsivos, que 

se parecían a ciertas habitaciones árabes, con una sola puerta, 

baja y rectangular.

Otros seres gemían y lloraban, intentando arrastrarse hacia 

adentro de esas casuchas de piso sucio, pantanoso y verdoso, 

pero, eran expulsados a gritos y golpes; en su interior se hal-

laban amontonados mujeres y hombres, en la más execrable 

promiscuidad y completo desapego por el pudor humano.

En las calles, se encontraban seres echados boca arriba, con 

los labios sucios, parecidos a los borrachos de la Tierra, que co-

múnmente se encuentran tirados en las veredas; otras, no eran 

más que pobres trapos vivos, agotados hasta la última gota de 

vitalidad, víctimas del vampirismo que considero prematuro y 

horroroso para darlo a conocer.

El camino que me propuse seguir para alcanzar el sector 

central, me obligaba a mantener una cuidadosa atención, pues 

me sentía tan apiadado de aquellos seres infelices, que procura-

ba no pisarles los cuerpos llagados que vertían un líquido negro 

y pegajoso.

Comprendí, entonces, que en aquel ambiente pestilente e 

inundado de sofocantes emanaciones gaseosas, ni mi voluntad 

ola fuerza mental más vigorosa conseguirían ayudar a despla-

zarme como acostumbraba hacerlo en las regiones exceptuadas 

de esos fluidos densos. En aquel caos de impurezas cáusticas, 

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