EL CAMINO DEL MÁS ALLÁ

Pregunta: Valiéndonos de vuestra promesa, hecha la reu-

nión pasada, por la cual deseamos recibir impresiones sobre 

vuestra desencarnación y sobre los acontecimientos que se veri-

ficaron después del desligamiento de vuestro cuerpo físico. ¿Os 

será posible informarnos?

Atanagildo: Yo había completado los veintiocho años de 

edad, estaba en cama acometido por una complicación de los 

riñones, mientras el médico de la familia agotaba los recursos 

para disminuir la cuota de urea que me envenenaba el cuer-

po, causándome una terrible opresión que parecía aplastarme 

el pecho. Presa de terrible angustia, que aumentaba por mo-

mentos, procuré explicar al médico lo que sentía, ansioso de un 

alivio, aunque fuese por breves instantes. Al mismo tiempo me 

extrañaba que a medida que bajaba mi temperatura, se pe agu-

dizaban los sentidos; algunas veces tenía la impresión de que 

era el centro consciente, absoluto, el responsable de toda la agi-

tación que había alrededor de mi lecho, porque captaba el más 

sutil murmullo de los presentes. De modo alguno podía com-

prender la naturaleza del extraño fenómeno que me dominaba, 

pues a medida que crecía mi facultad de oír y sentir, conjunta-

mente en mi alma emergía un misterioso murmullo, como si 

una exquisita voz sin sonido me gritara en un tono desesperado.

Era una terrible asociación psicológica, un algo descono-

cido que se imponía y me indicaba un cercano peligro, rogán-

dome una urgente coordinación y rápido ajuste mental. De las 

fibras más íntimas de mí ser partía un violento pedido que me 

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