Ramatís

compensadora, o sea, el verdadero metabolismo que elabora la 

conciencia espiritual y la conduce a su feliz desarrollo angélico.

Pregunta: ¿Qué goce sienten esos espíritus tenebrosos, que 

los lleva a gobernar y convivir satánicamente en esas ciudades 

opresivas del astral inferior?

Atanagildo: ¿Indagáis vosotros por qué ciertos goberna-

dores y administradores públicos terráqueos también quieren 

eternizarse en el poder, aunque les haya llegado la hora de ab-

dicar en sus cargos que el pueblo les confió? Sin duda, cuando 

no se está ligado a ningún interés personal o a la necesidad de 

atender la ambición famélica de parientes carnales, está ligado a 

la voluptuosidad de poder, la vanidad de la dirección o al deseo 

de desquitarse políticamente.

Muchos de esos hombres prefieren ser aclamados por la 

hipocresía de aquellos que sólo ven la posibilidad de su propio 

bien, a gozar de los beneficios que concede la afección pura, o 

recibir la reverencia respetuosa de aquellos que son sinceros 

pero que no los lisonjean. Es evidente entonces que los espíritus 

tenebrosos, que permanecen aferrados a la dirección del astral 

inferior, son los mismos hombres que prevaricaron en el mundo 

carnal y que adoran la lisonja y el poder político. Y como no 

les queda otro imperio sino el que les confiere el mando de las 

sombras y la corona del orgullo, es muy lógico que se presten 

y peleen por asumir el mando de las Tinieblas para continuar 

gobernando.

Como los placeres y los deseos del alma se vuelven cada vez 

más groseros e insaciables cuando el espíritu se pone en contac-

to con el campo vibratorio de la vida inferior, podéis imaginar 

qué ambición diabólica llegan a alcanzar las almas pervertidas 

y crueles en su desesperación para satisfacer los placeres más 

abyectos y los poderes más infernales.

De ahí nace la leyenda de Satanás, con la ambición y la 

crueldad que fluye por los ojos de felino. Y como también so-

mos egresados del mismo estado satánico y hemos provocado el 

amargor de la hiel de la crueldad y de la torpeza espiritual, nos 

cabe ahora cooperar, sin desánimo y sin descanso, para conver-

tir a esos hermanos satánicos y avivarles la llama angélica en lo 

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