Ramatís

sus nombres muy conocidos en la Tierra a todos sus infelices 

subalternos. Cuando la Ley resuelve encaminarlos hacia una 

nueva encarnación en la superficie terrena, casi siempre siem-

bran incontables desgracias en vuestro mundo, manchando de 

sangre las ciudades, saqueando pueblos o torturando a multi-

tudes, dejando tras de sí estigmas crueles y gritos de desespera-

ción. Sus nombres temerosos las guarda la historia como el de 

Gengis Khan, Tamerlán, Borgia, Nerón, Calígula, Torquemada o 

Rasputín, mientras que la prensa moderna los señala como Hi-

tler, Himmler, Mussolini o Tojo. Entre ellos mismos, cuando es-

tán encarnados, no cesa la competición feroz, por consecuencia 

del exceso de ambición en todas sus actividades diabólicas, por 

cuyo motivo permanecen bajo el yugo constante de los celos, 

la envidia, el odio y la traición. Cuando ostentan los poderes, 

no sólo dilapidan las rentas públicas en negocios deshonestos, 

sino que practican crueles expurgaciones entre ellos mismos, 

dominados por ese estigma de envidia, desconfianza y delación 

recíproca, que a veces alcanza el límite de la impiedad.

Viven en alta tensión nerviosa y aunque sean poderosos no 

gozan de la paz tan deseada, pues sin duda alguna que esa paz 

no puede alcanzarse bajo el dominio de la violencia. Entonces 

se acechan como perros de presa, vigilándose continuamente, 

buscando alcanzar nuevos lucros y poderes más amplios, a fin 

de colocarse a salvo de las ambiciones de sus propios amigos.

Pregunta: ¿Cuál es la forma de Gobierno en las comunida-

des del astral inferior?

Atanagildo: Es una verdadera oligarquía aliada a las tra-

diciones del orgullo, vanidad y prepotencia, que se extiende a 

través de los siglos, celosamente defendida y conservada por 

la misma grey de almas y “sangre negra”, tal como la cono-

cen los mentores siderales. Su leyenda es contundente y hostil, 

pues dicen que es mucho más glorioso ser rey de una banda 

de demonios que ser esclavo de una corte de ángeles. Se sien-

ten humillados ante la sugestión de los poderes del Bien, que 

los encuentran aniquilantes y ridículos y detestan incondicio-

nalmente. Ejercen dominio sobre millares de esclavos que pro-

vienen de todas las esferas de la vida carnal que se desviaron 

292