Ramatís

relación con el medio físico. Conforme la naturaleza, favorable 

odesfavorable, conque utiliza el alma, cada uno de esos centros

“etéreo-astrales”, que sirve de unión al espíritu con la carne, 

también varía el tiempo de su desligamiento y la intensidad de 

ciertas operaciones, que los asistentes presentes realizan aparte. 

El cuerpo humano es la materialización carnal de los sentimien-

tos, ideas y deseos del espíritu, que al deslizarse de él, también 

revelan cuál fue su mayor o menor preferencia por el campo de 

la acción física, emotiva y mental en el mundo de las formas, 

como el músico que se aficiona particularmente a un determi-

nado instrumento. Por todo eso, es que los espíritus asistentes a 

las desencarnaciones se dedican con más cuidado y atención a 

las zonas vitales del cuerpo, por medio de las cuales el espíritu 

se demora más tiempo en el intercambio con el mundo exterior.

La desencarnación tiene una íntima relación con los objeti-

vos elevados o perjudiciales que fueron alentados en cada uno de 

los tres centros principales de actividad del espíritu en la materia, 

de lo cual resulta el éxito o la dificultad en la liberación del mori-

bundo. Por lo tanto, para que el espíritu pueda partir libremente 

hacia el espacio, no es suficiente que cesen las funciones fisioló-

gicas del cuerpo físico, como ser los movimientos o reacciones 

de sensibilidad orgánica; es preciso que los lazos vitales logren 

desatarse lenta y gradualmente, exigiendo una técnica muy de-

licada, que me hace recordar a los cuidados, precauciones y exi-

gencias de la alta cirugía de vuestro mundo. Después del proceso 

magnético que os describí, los técnicos espirituales acostumbran 

a trabajar sobre las zonas del “plexo solar” o plexo abdominal, 

como es conocido en la técnica médica; allí es realmente en don-

de se localizan las últimas cadenas del espíritu, constituidas por 

las fuerzas físicas, pues, ni bien son desatados esos ligamentos 

finales, emana un contenido lechoso —visible para nosotros— a 

la altura del ombligo, que pasa hacia el lado de afuera del cuerpo 

físico, el que es aprovechado automáticamente por el periespíritu, 

que en ese instante, se encuentra en la fase final de su desencar-

nación. He notado siempre, que después del fenómeno, bastante 

curioso de la emanación de aquella sustancia gaseosa, de apa-

riencia lechosa, se enfría rápidamente el cuerpo material, comen-

zando por los miembros inferiores. Ese es el momento exacto, 

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