Ramatís
el cuerpo físico y el periespíritu y que más tarde se disolverá en
el éter-ambiente, se torna más sensible durante esa operación,
en un incesante intercambio de energías con el medio y a su vez
la devuelve, en forma de combustible gastado y que debe ser
eliminado.
La distribución del magnetismo se hace sobre el tejido pe-
riespiritual, ajustando y fortaleciéndolo en un admirable traba-
jo de captación y aprovechamiento de la energía disponible del
desencarnante. En ese momento tan delicado, en que el espíritu
debe abandonar su capullo de carne para elevarse a las regiones
edénicas o por el contrario— debido a su peso de magnetismo
inferior— caer o precipitarse en las regiones de las tinieblas, es
cuando realmente se comprende el valor grande que tiene la en-
señanza de Jesús al respecto, cuando decía: “¡Los humildes se-
rán ensalzados y los ensalzados de la Tierra serán humillados!”
La vida humilde y benévola en la Tierra, produce un conti-
nuo refinamiento y acumualción de energías superiores, mientras
que la exaltación por el orgullo, por la cólera o cualquier tipo de
pasión o violencia, es un peligroso desgaste de energías, que for-
tifica el campo de las fuerzas inferiores del periespíritu, haciendo
que el alma penetre bastante debilitada en el plano astral.
Esa distribución de energías que los técnicos hacen a lo
largo del cuerpo del moribundo —que en terapéutica magné-
tica es muy conocida como “pases longitudinales”— tiene por
función, aislar todo el sistema nervioso simpático, mientras que
otras aplicaciones condensativas de magnetismo, insensibilizan
el vago y desentrañan de las vísceras, sus respectivas contrapar-
tes etéricas. Esa operación que insensibiliza y suprime gradual-
mente la acción del sistema nervioso, hace converger y deslizar
el magnetismo de los “chakras” que actúan a la altura de cada
“plexo nervioso”, por cuyo motivo se termina también la po-
sibilidad de los movimientos físicos por parte del agonizante,
aunque los técnicos puedan aumentar la percepción mental y la
auscultación psíquica, si fuera de interés mantenerlo delibera-
damente despierto.
He ahí porque los espíritus asistentes a las desencarnacio-
nes acostumbran a frenar intencionalmente el “centro laríngeo”
que es el control de la voz, para evitar un verbalismo debilitante
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