Ramatís

osímbolos que no sean la sonrisa benevolente y la invariable

dedicación al servicio de ayuda al prójimo.

Pregunta: ¿Habiendo vivido otras vidas y desencarnado 

muchas veces, no sería razonable que ya nos hubiésemos libera-

do de esos momentos angustiosos delante de la “Muerte”, que la 

leyenda ha pintado de un modo tan tenebroso?

Atanagildo: Sé muy bien que aún es difícil eliminar del sub-

consciente humano, la vieja idea de la “Muerte”, a través de esa 

mujer cadavérica vistiendo una lúgubre mortaja, mientras mue-

ve una afilada guadaña haciendo gestos histéricos y tomando 

actitudes asustadoras. Sin embargo, ¿qué es la vida, sino la pro-

pia muerte a préstamos? A medida que el cuerpo envejece y se 

consume poco a poco, ¿no camináis implacablemente, minuto a 

minuto, hacia la cueva del cementerio? Desde el primer gemido 

lanzado desde la cuna hasta el último suspiro de la agonía, el 

hombre no es más que un viajero en el camino obligatorio hacia 

la sepultura. ¿Por qué temerla?; la muerte corporal es sólo un 

“acto” o un “hecho” muy común, que representa una inefable 

bendición, destinada a liberar al espíritu de la carne y conducir-

lo a su destino venturoso.

Cuando logré despertar en el Más Allá, tuve la agradable sor-

presa de verme ante dos espíritus buenísimos, que a pesar de in-

tentar reducir la irradiación de su luz zafiro-azulada proveniente 

del tórax, la formaban un suave halo luminoso alrededor de sus 

cabezas jóvenes. Esta seguro que eran excelsos enviados de la je-

rarquía superior, para salvar a mi alma pecadora y me sorprendí 

extraordinariamente al saber que eran los dos espíritus técnicos 

que me habían ayudado a desligarme del cuerpo físico. Induda-

blemente, que yo me encontraba delante de la legendaria “Muer-

te”, esa entidad tan temida que en la Tierra causa escalofríos a 

su más simple enunciación. Aquellos dos espíritus que estaban 

delante de mí desmentían claramente la existencia tétrica de la 

mujer esquelética, embozada en su fúnebre mortaja, y blandien-

do la siniestra guadaña... Felizmente, podía vislumbrar aquellas 

fisonomías iluminadas, afables y sonrientes, que se encontraban 

a mi lado, en un formal desmentido a la leyenda mitológica de la 

“Parca” que ha inspirado historias terribles.

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