La Vida Más Allá de la Sepultura
delitos, pues “a cada uno le será dado conforme a sus obras” y
dentro del libre albedrío de sembrar a voluntad, creándose, por
lo tanto, determinismo de la cosecha obligatoria.
Es por eso que se vuelven oportunas las páginas que el
hermano Atanagildo os transmite desde el Más Allá, pues así
como él os ayuda a vislumbrar algunos detalles del panorama
edénico, que sirve de modelo esplendoroso para las almas de-
dicadas al servicio de Jesús, también os hará conocer algunas
impresiones dolorosas de aquellos que violentan los dictámenes
de la vida digna y que son atraídos hacia las regiones dantescas,
donde vive el “espíritu inmundo” y se hace patético el “crujir de
dientes”.
No dudamos que la mordacidad humana ha de querer
ventilar a viva voz los esfuerzos exóticos de algunos espíritus
que, al igual que el hermano Atanagildo, desean alertar a sus
hermanos, aún prisioneros en la cárcel de la carne. El hombre
común no se conforma con su trabajo prosaico de amontonar
monedas y cubrir el cuerpo con adornos rosados, sino que evita
ser perturbado, para no pensar seriamente en el asunto, teme-
roso de que la seguridad sobre la muerte pueda debilitarle el
espíritu de codicia, vanidad, avaricia y lujo desmedido. Ya tiene
presente que esa insistencia, por parte de los desencarnados, en
advertirle sobre la responsabilidad de la vida espiritual, irá a
despertar el remordimiento ocasionado por sus insanias anima-
les y le revelará el exacto valor de los tesoros que la “polilla roe
y la herrumbre consume”.
Loamos, pues, el esfuerzo comunicativo del hermano Ata-
nagildo, que se resume en una insistente invitación hacia el rei-
no del Cristo y para la soñada ventura espiritual, demostrando,
además, lo tenebrosa que es la cosecha producida por el abuso
y por la tonta dilapidación de los bienes que el Creador entre-
ga a sus hijos para que los administren provisionalmente en el
mundo de la carne.
Ramatís
Curitiba, 27 de diciembre de 1957.
25