Ramatís
Pregunta: ¿Los médicos que practican la eutanasia, en la
creencia de que terminan con el dolor del paciente incurable,
también quedarán comprometidos ante la Ley Kármica?
Atanagildo: Cortar el hilo de la vida no es atribución de
los médicos ni de los “piadosos” que se alaban de interrumpir
el curso de la enfermedad benefactora. Todo aquél que corta
una vida se coloca en débito con la Ley Kármica, que es el
divino proceso de vigilancia y reglamentación para el mejor
aprovechamiento de la “onda de vida” a través de las cosas y
de los seres. Los médicos no tienen el derecho de actuar discre-
cionalmente contra los designios divinos que aún desconocen;
en ningún caso les cabe practicar la eutanasia, aunque ignoren
que las agonías prolongadas significan la oportunidad rectifica-
dora para el espíritu. Aunque se realice a pedido del enfermo, la
eutanasia es una violencia contra el patrimonio espiritual, sea
cuál fuere el motivo invocado por parte del que lo solicita. ¿Qué
sabe la ciencia de los hombres sobre los objetivos insondables
de Dios?
Pregunta: ¿Nos podríais aclarar aún más, sobre esa citada
necesidad de la agonía crucial hasta el último segundo de vida?
Atanagildo: Hay espíritus que se deciden a expiar de una
sola vez todas las malezas acumuladas en su periespíritu; enton-
ces, en lugar de someterse a dos o tres encarnaciones terrenas,
para sufrir la expurgación gradual de los tóxicos en forma más
suave, prefieren intentar la prueba decisiva en una sola existen-
cia, agotando la carga tóxica definitivamente, de su organiza-
ción peri-espiritual a través del proceso cáustico de las horas
sufrientes de la agonía.
Durante esas pruebas tan acerbas, el espíritu queda obliga-
damente dominado y entregado a su dolor, volviéndose hacia sí
mismo y centraliza toda su fuerza dinámica, a fin de soportar
el sufrimiento en sus entrañas orgánicas. Se somete así, a la
intensa “concentración psíquica” y a la poderosa introspección
mental, desinteresándose a la vez que se desliga de la fenome-
nología del mundo material. En esa fase aguda de convergencia
espiritual obligatoria sobre sí mismo, las toxinas adheridas a la
circulación etérica del periespíritu a consecuencia de las culpas
242