Ramatís

recordando las diversas aventuras amorosas que lo envolvie-

ron, aunque no haya pruebas; exponiendo sus dificultades fi-

nancieras o discutiendo la distribución de sus bienes entre sus 

familiares, todos esos juicios y otros factores más contribuyen y 

complementan los elementos para la citada operación. Normal-

mente se hace un censo de todas las adversidades por las que 

pasó el fallecido, como así también los actos ofensivos y poco 

conocidos por él practicados. Todo eso casi siempre se debe a la 

imprudencia del amigo confidente, que desvía la conversación 

dicha noche, resultado el punto de atracción de los presentes.

Se reacciona siempre con buen humor al recordar los equí-

vocos del hermano que se ausenta del mundo físico, pues así 

como evocan sus franquezas y purezas, también recuerdan sus 

probables astucias en los negocios materiales. Se discuten sus 

puntos de vista religiosos y se hace constar sus contradicciones 

y preferencias doctrinarias. También están aquellos que gustan 

hacer suposiciones equivocadas sobre la suerte que ha de tener 

en el Más Allá, tomando por base sus deslices, mientras que los 

más afectuosos le auguran moradas prematuras en el cielo, aun-

que no crean en sus afirmaciones y alabanzas hacia los muertos.

Junto al cadáver, casi siempre, se reúnen los amigos com-

pungidos, que a media voz, discretamente y sin demostrar mali-

cia o curiosidad, exhuman toda la vida íntima del muerto. Bre-

ves alusiones al difunto, fragmentos de palabras y preguntas 

hechas al acaso, bajo el poder de una extraña magia, se van 

encadenando hasta degenerar en una inconveniente conversa-

ción para un momento como ése.

Pregunta: ¿Cuáles son las causas por las cuales esas con-

versaciones pueden mortificar tanto a los espíritus desencar-

nantes durante el velatorio?

Atanagildo: Pocos seres saben que todos los cuadros men-

tales que se forman en esas conversaciones se proyectan en la 

mente de los desencarnados que pasan por el proceso del ve-

latorio, causándoles perturbaciones tan fuertes y angustiosas 

como los propósitos e intenciones de aquellos que los producen. 

Vosotros os encontráis protegidos por el biombo del cuerpo fí-

sico y podéis neutralizar los impactos vibratorios de las imá-

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